Por: Guido Proaño A . / Periódico Opción
A escasos dos meses de las elecciones presidenciales de octubre, la frialdad y el escepticismo del electorado caracteriza al proceso; pero si esto es un problema para las fuerzas políticas participantes, lo más grave son las dificultades que éstas tienen en su interior, las desavenencias a la hora de estructurar sus listas han llevado en más de un caso a desafiliaciones y denuncias de unos sectores contra otros.
Resultan sintomáticos los conflictos que, por ejemplo, el Partido Social Cristiano ha tenido que sortear para conseguir el binomio de Cynthia Viteri; son varios los personajes –eso de lo que la opinión pública conoce- que le dijeron no a su propuesta, al parecer no querían mancharse con la imagen de León Febres Cordero que cobija a la candidata socialcristina. El PSC buscaba “caras”, un “out sider” para la vicepresidencia, para mostrar una imagen distinta a la rechazada por amplios sectores de la población. A la final, la línea escogida no les dio resultados y pusieron junto a Viteri a un desconocido empresario serrano: sacrificaron la imagen, pero garantizaron que sea uno de su clase.
La renuncia a la candidatura presidencial por parte del millonario populista Álvaro Noboa y el afán de coincidir en una alianza con el Partido Sociedad Patriótica de Lucio Gutiérrez es otra manifestación de los agudos problemas que tienen las organizaciones políticas burguesas. Noboa ha permanecido estancado en los últimos meses a pesar de la millonaria inversión efectuada, no solo en estos últimos meses, sino desde hace cuatro años. Para la Izquierda Democrática la suscripción del acuerdo con León Roldós le significó un gran remezón interno, pero las grietas dejadas se amplían ahora al estructurar las listas para el parlamento y para los consejos provinciales y municipales. En Quito y Cuenca, bastiones del partido socialdemócrata, los problemas rebasan la discusión interna y se ventilan en los sets de televisión y tras las grabadoras de los medios de comunicación.
Como ocurrió en el proceso electoral anterior, se está produciendo lo que alguien calificó como la “farandulización” de la política: presentadores de TV, animadores de programas de baile y de concursos de canto son llamados por uno u otro partido político, en el propósito de encontrar rostros que abran espacio a los caciques que temen no alcanzar representaciones sin la ayuda de aquellos.
Resultarían incompletas estas observaciones si no se mira lo que ocurre entre las fuerzas de izquierda. De hecho, aquí también hay problemas, auque no todos los casos tienen las mismas connotaciones.
El Partido Socialista optó por cambiarse de andarivel político al apoyar a Rafael Correa, negándose así a prestar su contingente para la formación de un frente de izquierda: el pragmatismo fue mayor que su discurso. Pachakutik, por su parte, enfrenta el peor momento político en todos los años de su existencia. Las pugnas internas son agudas y quienes allí apostaron por apoyar a Correa realizan todos los esfuerzos para impedir que se consolide la candidatura presidencial de Luis Macas y, más aún, la posibilidad de concretar un acuerdo de izquierda, teniendo en él al Movimiento Popular Democrático como uno de sus pilares. Este último, por su parte, ha sabido esperar “pacientemente” (lo exacto es decir consecuentemente) la solución de los problemas de Pachakutik para concretar una alianza que, como sus dirigentes han manifestado, podría llevar al retiro de la candidatura presidencial de Luis Villacís para que este acompañe a Macas en una fórmula de izquierda.
El escepticismo, desde un punto de vista, debe preocupar a la burguesía, pues, no solo expresa la desconfianza y quemeimportismo frente a los partidos políticos, sino que se extiende a toda la institucionalidad. Los ejemplos que argumentan a favor de esto abundan y las imágenes y consignas lanzadas en las acciones de abril del año pasado y las últimas movilizaciones populares en contra del TLC y por la salida de la Oxy son claros ejemplos de lo que estamos hablando.
Pero para la izquierda también debe ser motivo de preocupación, porque la ofensiva mediática de la burguesía para sembrar el apoliticismo en el pueblo ha tenido su efecto, al punto que en muchos sectores resulta difícil encontrar las diferencias existentes entre los partidos de derecha y los de izquierda. Así puede interpretarse la existencia de alrededor de un ochenta por ciento de ecuatorianos que mantienen indecisión e indiferencia frente a las candidaturas presidenciales; por supuesto, debería esperarse que el descontento popular se exprese en una fuerte adhesión a la izquierda, cosa que no se manifiesta en esos niveles. De hecho, la izquierda ha crecido, su influencia es mayor que en el pasado, mas no capitaliza lo que las condiciones del país podrían permitir.
Si miramos desde otro lado, el escepticismo del que hemos hablado puede significar para la burguesía una ventaja, al no gestarse un movimiento eufórico que clame por cambios. Esta frialdad beneficia a la ansiada estabilidad y a la búsqueda de la “gobernabilidad”. Sin embargo, con el pasar de los días la temperatura política aumentará y la participación popular también.