La lucha contra el TLC se forja en el marco de perspectivas más amplias
Por: Franklin Falconí (OPCION )
Varios titulares califican a lo que el país vive en estos días como: 'una ola de paros'. Pero esta ola ha ido adquiriendo fuerza poco a poco, no surgió de pronto, desde los páramos, sino que se ha ido construyendo desde diversas vertientes populares, con diversos contenidos y niveles de intensidad. Sus orígenes, para hablar de este año, están en los torrentes juveniles de enero. La reivindicación muy sentida del carné estudiantil puso a miles de jóvenes de Quito en las calles, a enfrentar la testarudez y autoritarismo de Alfredo Palacio y su Ministro de Educación que, al final, tuvieron que ceder frente a los planteamientos de la Federación de Estudiantes Secundarios del Ecuador (FESE).
Esa lucha trajo lecciones importantes: primero, que la pelea radical, consecuente, inclaudicable, logra victorias, y segundo: que es posible que los jóvenes y todos los pueblos adquieran conciencia y se movilicen también por temas que aparentemente no son parte de la agenda inmediata de cada sector: la defensa de la soberanía expresada en el tema TLC y OXY. No pocos periodistas constataron con sorpresa el conocimiento y posición clara que los dirigentes y jóvenes estudiantes mostraban sobre estos temas.
Pero este movimiento tampoco es que apareció de la nada, tuvo ya un proceso previo de fortalecimiento, tanto en la definición de sus banderas específicas, como en el de las banderas más generales, de carácter nacional. La intensidad que mostraron esas luchas tuvo un escenario, y referentes importantes: uno de ellos es el de los pueblos de la Amazonía, especialmente de Sucumbíos y Orellana, que el año anterior conmocionaron al país por la valentía y profundo contenido de dignidad que demostraron en la paralización que llevaron adelante. Sus planteamientos no eran únicamente la exigencia de obras, sino también oponerse a la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, y la exigencia de que se declare la caducidad del contrato con la compañía Occidental.
Evidentemente, en y desde los medios, la lectura fue: 'el paro está politizando', 'nada tiene que ver el tema de la OXY y el TLC en las reivindicaciones provinciales'. Palabras vacías, porque los pueblos amazónicos y todo el país se iban dando cuenta, poco a poco, que son temas cruciales, que afectan de manera directa a los pueblos.
Ya en este año, a la lucha de estudiantes le siguió, una vez más, la de los pobladores de Sucumbíos, que intentaron llegar a Quito para reclamar por el incumplimiento de los compromisos asumidos por el régimen el año anterior, pero fueron impedidos de pasar en Baeza, lo que provocó la furia de los manifestantes que se tomaron la estación de bombeo de Petroecuador, que queda en esa zona, y confrontaron la represión de la fuerza pública, esta vez con el planteamiento central de que la OXY deje el país, pues argumentaban que eran las presiones de esa transnacional las que hacían que el Gobierno impida a los amazónicos manifestarse de manera democrática, como debe ser.
Este tipo de acciones, así como fue en su momento la de Manabí y Esmeraldas, han hecho comprender a las demás provincias postergadas que solo la lucha frontal y decidida puede lograr resultados frente a un Gobierno que lo único que hace es proteger los intereses de las transnacionales, y de los gobiernos de Estados Unidos y Colombia en su combate a la guerrilla. En la conciencia de la gente se ha formado la certeza de que en el Ecuador sí hay dinero, solo que se lo están llevando las transnacionales y la corrupción. Más aún, que es posible, como lo hicieron Orellana y Sucumbíos, exigir y lograr que las petroleras entreguen, por la fuerza, aunque sea parte de lo que se ha llevado por tantos años en bandeja de plata.
Para los analistas de la oligarquía, esta actitud de las provincias se ha convertido en una moda irresponsable, que no toma en cuenta la disciplina fiscal que cualquier gobierno debe tener. Se ha dicho que son paros políticos, en el sentido de acumular puntos de cara a las elecciones generales de octubre. Incluso se han encargado de adjudicarle estas manifestaciones a un cadáver político: Lucio Gutiérrez, que ni corto ni perezoso aprovechó para recuperar algunos puntos de cara a las próximas elecciones.
Evidentemente, todo lo que pueda decir la oligarquía para explicar la decisión de las provincias de tomar estas medidas de hecho está lejos de la verdad. En lo que sí tienen razón es en que este Gobierno es débil y ha sido incapaz de manejar estos problemas. Alfredo Palacio ha probado de todo para darle volumen a su vacua comprensión de la política, y lo que ha logrado es ubicar a personajes ultrarreaccionarios en el Gobierno, como Oswaldo Jarrín, ministro de Defensa, y los distintos ministros de Gobierno que se han turnado, quienes no han dudado en reprimir de manera brutal a la población.
Jarrín ha convertido a los militares en policía. Solo que con un añadido: con la capacidad, según dice, de actuar de manera progresiva al punto de asesinar a la población ecuatoriana si sigue con las medidas de hecho. En estos pocos meses del Gobierno de Palacio hay cientos de heridos graves.
Pero lo importante es que los pueblos le han perdido el miedo a los uniformes, son capaces de encontrar y atacar posiciones estratégicas que hieren a los grupos de poder, son capaces de no ceden posiciones, así tengan que poner en riesgo su propia vida. Ya son comunes las detenciones a militares por parte de la población, que exige a cambio de su liberación, libertad para los luchadores y líderes sociales apresados arbitrariamente. Esto ha golpeado en el orgullo a Jarrín y los grupos más reaccionarios al interior de las Fuerzas Armadas, tanto que ahora amenazan con matar. Sin embargo, es cierto también que en la institución militar aún existe una importante corriente patriota, que no sigue esas directrices antipopulares, reaccionarias y proimperialistas. Estos sectores, según se conoce, están inconformes con la actitud pasiva, ambigua que el Gobierno y un sector de los mandos han tenido en torno a las violaciones de nuestra soberanía por parte de Fuerzas Armadas combinadas de Colombia y Estados Unidos y, en general, frente a la posición asumida por ellos frente al Plan Colombia.
Si muchos creían que los ecuatorianos acudiríamos resignados a un nuevo proceso electoral, se equivocaron: los pueblos ahora entienden la trascendencia de la lucha política más allá de las elecciones, siendo también, en su momento, las elecciones un escenario de lucha contra el poder de la oligarquía y el imperialismo.
Las movilizaciones últimas, que paralizaron el país, tienen estas raíces, estos escenarios, no son fenómenos aislados como se los reporta e interpreta en los medios de comunicación. Lo que les preocupa es que en perspectiva no solo está la derrota de políticas imperialistas como el TLC y a transnacionales como la OXY, sino que se traza un rumbo de transformaciones profundas del Ecuador