La agitación política no declina
Por: Guido Proaño A. / Periódico Opción
Analizar el desarrollo de los acontecimiento políticos en el Ecuador es apasionante y entusiasmador; por su puesto, dependiendo de la orilla desde la que se mira. Quienes en el país han estado acostumbrados a ser los "generadores de opinión" no ven con buenos ojos lo que ocurre, se retuercen y muestran desesperación. Sienten que la corriente les viene encima.
Los meses precedentes se caracterizaron por su conflictividad, por la agudización de las contradicciones políticas y sociales, fenómeno alimentado con algunas acciones y medidas adoptadas por Rafael Correa desde que asumió la Presidencia de la República. Haber puesto en la picota a los banqueros corruptos o a los grandes medios de comunicación; sacar del país al representante del Banco Mundial y frenar la ingerencia del FMI en los asuntos internos del país, entre otros aspectos, no pueden sino polarizar a la sociedad ecuatoriana entre defensores y opositores de estas medidas. Lo sobresaliente es que la mayoría de ecuatorianos aprueba aquello, alienta al Presidente y espera que avance más.
El lloriqueo y lamento de la oligarquía y sus portavoces por la polarización y división entre ecuatorianos tiene y no tiene razón. La tiene en tanto se muestran con claridad y más distanciadas las posiciones políticas de unos y otros, lo que resulta bueno porque se achica el margen de acción para el engaño, al que siempre ha acudido la derecha para tener de su lado a amplios sectores de la población; pero no tiene razón porque división no necesariamente significa partición en segmentos iguales o cercanamente iguales: ahora su contingente es minoritario. Por eso patalean.
El proceso electoral en curso expresa y es un alargamiento de ese fenómeno, y posee un elemento inédito: la tendencia democrática, progresista y de izquierda es mayoritaria, crece y se afirma, mientras la derecha y el denominado centro han perdido espacios; por vez primera van como fuerzas minoritarias –y con la moral baja- previéndose su derrota en las elecciones del 30 de septiembre.
La estrategia de la derecha no es un secreto; su participación en las elecciones es obligada, porque no hacerlo tiene un costo mayor que aparecer como perdedora, sus nichos de influencia habrían sido mayormente afectados con la dispersión, al quedar a merced de la acción de otras fuerzas. Su decisión es desconocer las resoluciones que adopte la Constituyente, sabiendo que serán minoría.
Han trabajado para allanar ese camino, utilizando las encuestas a fin de deslegitimar la representatividad de los futuros asambleístas, argumentando que la mayoría de ecuatorianos no conoce a los candidatos y no sabe por quien votar. Esto último no es cierto: podrán no ser conocidos todos los candidatos, pero la mayoría votará por los exponentes de la tendencia progresista y de izquierda que tiene en Rafael Correa a su principal exponente, sufragará a favor de los más consecuentes exponentes de los principios de la tendencia y de las aspiraciones populares, reconocimiento ganado en años de acción política y no en una campaña electoral tan corta.
Jaime Nebot no ha tenido reparo alguno en dejar al descubierto que desconocerán a la nueva Constitución, así sea aprobada mayoritariamente en un referéndum. El secesionismo oligárquico una vez más se pone a flote, con el cansón estribillo de hacer autonomía al andar, y seguramente inspirándose en la experiencia de la oligarquía cruceña en Bolivia, que también quiere dividir a ese país.
Eso advierte que el futuro inmediato y mediato será aún más agitado. La misma Asamblea Constituyente será escenario de agudas confrontaciones políticas (y objeto de bombardeo político por parte de la gran prensa), no obstante la certeza que la tendencia progresista y de izquierda alcance la mayoría, pero la derecha hará todo lo posible para impedir su trabajo y verá la forma de mediatizar el contenido de sus resoluciones. Para eso, lamentablemente, hay el riesgo de que algunos potenciales asambleístas de PAIS le hagan el juego, al no estar afirmados en la política de la tendencia, por provenir de sectores centristas unos, y, otros, hasta hace poco ser contrarios a ella.
Dos elementos aseguran que la Asamblea dé origen a una Constitución que sea el cimiento para la patria nueva: la movilización popular constante en Montecristi y en todo el país; y, que en ella estén los más consecuentes y firmes exponentes de la tendencia.
Un Ecuador agitado y movilizado es la perspectiva, por eso decimos que apasiona y entusiasma analizar lo que ocurre en el país; sobre todo porque el pueblo va ganando la iniciativa.