Por: Guido Proaño A. / Periódico Opción
¿Qué le hace negativo a un acuerdo de libre comercio? ¿Su contenido o con quién se lo suscribe? Por supuesto el contenido está por sobre sus signatarios. Pero si ese tipo de acuerdos se los realiza entre economías totalmente disparejas el asunto es mucho más grave para el o los países de menor desarrollo, sin importar quien suscriba como contraparte.
Eso descubrieron nuestros pueblos a lo largo de la década pasada, cuando los Estados Unidos promovieron y avanzaron las negociaciones para el establecimiento del Acuerdo de Libre Comercio de la Américas ALCA, imposibilitado de instituirse por efecto de la movilización popular. Las campañas de denuncia de su contenido y propósitos permitieron que los pueblos asuman conciencia respecto de que dicho instrumento económico-político anclaría la economía de los países dependientes a la del imperialismo norteamericano, remachando los mecanismos de dominación y explotación e incrementando la pobreza. La creación de una zona hemisférica de libre comercio, controlada por una de las más poderosas economías del planeta, solo podía significar para los países como el nuestro el estancamiento del aparato productivo y, aún más, la reversión de pasos dados en algunos campos. Varios analistas económicos, por ejemplo, pronosticaron la reprimarización de la economía, la descapitalización de nuestros países y la super explotación de la fuerza de trabajo, para citar únicamente tres nefastas consecuencias.
Una amenaza de esa índole se cierne nuevamente en la región, pero esta vez los dardos vienen desde el viejo continente. Avanzan negociaciones entre la Comunidad Andina de Naciones CAN y la Unión Europea UE, que bajo el nombre de Acuerdo de Asociación buscan crear un mercado sin aranceles, a imagen y semejanza de los TLCs firmados por los Estados Unidos con algunos países del hemisferio como México, Chile y algunas naciones centroamericanas.
En el marco de la disputa interimperialista por el control de los mercados, la Unión Europea actúa bajo una estrategia denominada Una Europa Global: Competir en el Mundo, que es un verdadero grito de guerra para la conquista del mercado mundial. Su línea de acción es la profundización de las política de competitividad y crecimiento económico, para satisfacer las necesidades de desarrollo de sus transnacionales. El andarivel en el que se desliza el proyecto es el neoliberalismo, toda vez que constituye el modelo de acumulación capitalista aplicado mundialmente en los últimos años por las burguesías de todos los países. Las transnacionales europeas quieren tener pista libre para sus inversiones en una región en la que al momento tienen relativamente poco espacio y que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, ha sido dominada por los capitales yanquis.
Europa ha sabido vender una falsa imagen de sí y de lo que ocurre en su interior. El supuesto respeto a la democracia y el “diálogo civilizado” son algunos de sus mitos. Toda la legislación xenófoba aprobada por la UE pone al desnudo el pensamiento de las élites gobernantes respecto del tratamiento a los migrantes; otro ejemplo de su esencia reaccionaria está en la aprobación del Tratado de Lisboa que refuerza el neoliberalismo, aumenta la militarización y endurece las políticas represivas. De manera que es obvio comprender hacia dónde apuntará el debate político y el análisis de los flujos migratorios que forman parte del mencionado Acuerdo.
Al igual que los TLCs firmados por algunos países con los EEUU, los Acuerdos de Asociación suscritos por la Unión Europea con México y Chile han profundizado las desigualdades, advirtiendo lo que puede ocurrir a los países de la Comunidad Andina. Con la UE o con los Estados Unidos, los tratados de libre comercio, tengan el nombre que tengan, no propician el desarrollo del país y la región, buscan para las potencias capitalistas la conquista de mercados en los que fluya, libremente el capital financiero y sus productos. El lobo no deja de ser salvaje, independientemente de donde crezca.