El periplo de George Bush por Brasil, Colombia, Uruguay, Guatemala y México ha reavivado en algunos sectores la crítica de que la administración estadounidense ha descuidado a Latinoamérica en los últimos años, asunto que parecería cierto si se recuerda que en su último informe anual ante el Congreso Bush no mencionó a la región. No ha existido un cambio político esencial, pero, a raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre, el imperialismo norteamericano ha puesto más atención en Medio Oriente y Asia Central, por las enormes riquezas hidrocarburíferas que encierran y el valor estratégico político-militar que tienen para afirmar su control mundial y la posibilidad que le brindan para contener a otras potencias –como China- que compiten con Estados Unidos.
La política de Washington ha recibido golpes en América Latina en donde una conciencia anti imperialista gana terreno entre los pueblos y la correlación política experimenta cambios en detrimento de las fuerzas neoliberales; enfrentar esta situación sería uno de los objetivos del presidente norteamericano, otros tendrían que ver con lo que ocurre en su propio país, en donde los republicanos perdieron el control del Congreso y el peso electoral de los latinos es cada vez mayor.
La nómina de los países elegidos para la visita delata las pretensiones de la Casa Blanca, que pueden resumirse en su interés por consolidar las relaciones con los gobiernos más cercanos y crear conflictos en el bloque de países con administraciones calificadas como democráticas y progresistas, escogiendo a dos que mantienen políticas neoliberales.
En Colombia su objetivo es robustecer el Plan Colombia con una extensión del mismo y con nuevos recursos; allí cuenta incondicionalmente con Uribe –su principal cipayo en la región-, que en los últimos meses ha impulsado una política de provocación hacia Ecuador con las fumigaciones en la frontera, por la negativa de éste a participar en su plan de guerra contrainsurgente. En Guatemala buscará dar un espaldarazo a la derecha de cara a las elecciones presidenciales de septiembre, en las que participará la líder indigenista Rigoberta Menchú.
México es otro puntal para los Estados Unidos. Vicente Fox estuvo totalmente sometido a la agenda estadounidense, ahora Felipe Calderón hace esfuerzos por mostrarse como defensor de la ortodoxia neoliberal, y así se presentó en el reciente Foro Económico Mundial de Davos, en el que criticó a quienes se han apartado del camino establecido por las instituciones financieras internacionales y por el gobierno de los Estados Unidos, al tiempo que defendió el ALCA y culpó de su fracaso a “razones políticas y prejuicios de carácter político e ideológico, por encima del razonamiento”, como lo asevera Laura Carlsen, del Programa de las Américas del International Relations Center IRC.
Pero el gobierno mexicano no solo está dispuesto a continuar actuando como punta de lanza del neoliberalismo, también quiere operar como escudero en la confrontación a los “gobiernos populistas que desestabilizan la región”. En su territorio se ha instalado la Organización Demócrata Cristiana de América ODCA, que incorpora a treinta y tres partidos de derecha, al frente de los cuales está Manuel Espino, presidente del PAN, partido de Felipe Calderón. Expresamente los dirigentes de la ODCA han enfilado ataques en contra de Cuba y Venzuela, y algunos de ellos son conocidos gusanos cubano-americanos.
La visita a Brasil y Uruguay buscaría crear conflictos en el MERCOSUR, entre los gobiernos calificados como progresistas y al interior de ellos mismo. En Uruguay ya surgieron algunos problemas, mientras la Ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, calificó a Bush de “execrable asesino belicista”, el Presidente Tabaré Vázquez y el Ministro de Economía, Danilo Astori, son quienes más han impulsado la presencia de Bush en su país y los más interesados en alcanzar un acercamiento con los Estados Unidos, con quien plantean firmar un tratado de libre comercio, por sobre las masivas muestras de oposición popular.
En la agenda de la visita a Brasil se encuentra el tema de los biocombustibles, con los que Estados Unidos pretende limitar, en el largo plazo, la dependencia al petróleo y al gas de países como Venezuela e Irán. El acercamiento a un país que representa una de las más grandes economías del mundo es importante para el comercio de los Estados Unidos, y lógicamente por el papel político que cumple y puede cumplir en el hemisferio. No debe olvidarse que Lula no abandonó el recetario neoliberal durante su primera administración, y los aspectos que lo confrontaron a EEUU en las discusiones del ALCA estuvieron condicionados por los intereses de los grupos empresariales y financieros brasileros, con algunos de los cuales el gobierno del PT tiene dependencia. Bajo estas consideraciones el interés de EEUU sería proyectar un liderazgo de Lula en la región, en contraposición al que mantiene Hugo Chávez. Pero retomando el tema interno, debe destacarse que el pueblo brasilero nuevamente votó por Lula a fines del 2006 y le dio una nueva oportunidad, esperanzado en que ahora sí cumplirá con la política social enunciada, y para impedir que la derecha retome la presidencia con Geraldo Alckmin. Ese pueblo anhelante de cambio rechaza la presencia de Bush en su país.
Varios analistas coinciden en señalar que Bush busca revertir su impopularidad pero podría ocurrir lo contrario, que su presencia desate grandes movilizaciones de rechazo, como ya se ha advertido. La imagen de un presidente belicista, responsable de la muerte de miles de iraquíes y afganos, recorre en la cabeza en millones de hombres y mujeres en el mundo y por supuesto en América.
No han faltado las críticas surgidas desde los Estados Unidos a la gira presidencial. La congresista demócrata Hilda Solís ha señalado que, a su parecer, Bush va de vacaciones en momentos que todo le sale mal. Es que esa administración enfrenta uno de los momentos de mayor debilidad, de mayor desprestigio al interior y a nivel internacional. La política de la Casa Blanca ha despertado a un movimiento de masas a nivel mundial sin precedentes que se evidenció en el movimiento en contra de la guerra, y que se expresa en distintos momentos, que crea problemas a su acción y a la de los gobiernos títeres que deben enfrentar la lucha de los pueblos.
Sin compartir la primera parte de la opinión del al congresista demócrata, pero tal vez le convenga al presidente yanqui un poco de turismo, para que conozca algo de América. Luis Esnal, en un artículo escrito en junio de 2002, nos hace conocer que por aquellos días “una revista alemana reveló que durante un encuentro entre Bush y el ex presidente brasileño Enrique Cardoso, el presidente norteamericano se quedó sorprendido ante un comentario del brasileño, sobre los negros en ese país. ‘¿Ah, ustedes también tienen negros?’, habría dicho con cándida sorpresa Bush, ante un espantado Cardoso”.