Editorial del semanario En Marcha
Para el Presidente Rafael Correa la aprobación de la Ley de Aguas no es una prioridad y por lo tanto la Asamblea debería abandonar su discusión; algo similar piensa respecto de la Ley de Comunicación. Ahora dice que es un tema de segunda importancia cuando meses atrás aparecía como fundamental. Seguramente opina lo mismo respecto de otras leyes que esperan en los archivos de la Asamblea y sobre las que importantes organizaciones populares tienen duras críticas.
Cuando el Presidente piensa así demuestra que poco le importa el constitucionalismo que tanto dice defender. O para usar una frase muy popular, se limpia con lo aprobado en Montecristi. La Constitución sancionada por el pueblo en referéndum obliga a la Asamblea la aprobación, en un tiempo determinado que ya se cumplió, de un número determinado de leyes entre las que se encuentran las antes señaladas, así como las de educación, de la defensoría pública, la que regula el funcionamiento de la Corte Constitucional, entre otras.
El apego que Correa dice mantener a las normas jurídicas se manifiesta de manera particular cuando las puede utilizar como instrumento de represión en contra de la protesta popular y los dirigentes sindicales, indígenas, estudiantiles, del magisterio, etc. Los juicios a dirigentes populares son varios y las acusaciones de terrorismo y sabotaje se están convirtiendo en algo común en la vida política del país. Correa cree tener el derecho de violar la Constitución cuando le parece, y para ello cuenta con un grupo de alza manos en la Asamblea.
Ese comportamiento es una de las tantas muestras del abandono del Presidente y PAIS al proyecto político por el que votó el pueblo. Como lo es también el acercamiento que opera con los denominados sectores “productivos”, es decir los empresarios organizados en las distintas cámaras. Hace pocos días, cuando el gobierno presentó la Agenda Productiva, Correa los convocó a trabajar juntos por el desarrollo. Pero a los maestros, a los indígenas, a los estudiantes los calumnia, los combate, los sataniza.
El gobierno tiende puentes internos con los empresarios, pero lo hace también con el imperialismo y recibe a Hillary Clinton, representante de un Estado que ha sembrado de sangre los territorios en los que sus tropas han pisado suelo. Por la presión popular Correa no ratificó el “convenio” de la base de Manta con los gringos, ahora abre sus brazos a una representante del guerrerismo yanqui.
Dime con quién andas y te diré quién eres, dice nuestro pueblo.