Órgano interno del comité central PCMLV
Los acontecimientos del mundo avanzan inexorablemente hacia mayores y superiores escenarios de confrontación de clase, aunque no sea completamente visible por la falta de una organización más desarrollada cuantitativa y cualitativamente que dirija estas acciones del proletariado en los distintos países. Es claro que la clase obrera va dando pasos firmes para asumir su papel de vanguardia en las luchas.
En Egipto, antes de los alzamientos populares de “El Cairo”, se generaron huelgas de gran importancia que fueron duramente reprimidas, pero dejaron la combatividad y el espíritu de lucha sembrados. En Túnez, hubo movilizaciones y protestas, especialmente de desempleados, que llegaron al extremo de inmolarse. En Bolivia, la central obrera boliviana, de gran arraigo, ha obligado al presidente Evo Morales a sentarse a la mesa para acordar los niveles de aumento salarial. De igual forma, en Europa las grandes movilizaciones obreras han sido referencia obligada.
A pesar de la orientación burguesa sobre la dirección reformista que aún controla al movimiento sindical a nivel mundial, la clase obrera pugna por abrirse camino, desbancar a esa dirigencia entreguista y sustituirla por verdaderos dirigentes de la clase obrera, es decir, por auténticos revolucionarios.
Venezuela no escapa a esta situación, como tampoco puede abstraerse de los efectos de la crisis general del capitalismo. Por tal razón, comienza a evidenciarse descontento en la clase obrera y cierta desorientación ante la política dirigida hacia los trabajadores que de ninguna forma satisface las aspiraciones y requerimientos de la clase obrera venezolana. Vivimos en una economía capitalista, donde el lucro individual del burgués es la esencia. Dicho lucro, se basa en la extracción forzada de plusvalía a la clase obrera y a la vez se transforma en herramienta para la explotación de más trabajadores.
El proletariado requiere una política clara en materia laboral, que no siga en un discurso de revolución mientras se preserva la estructura de opresión capitalista y se fortalecen sectores económicos afines o complacientes con el gobierno; desde la clase obrera apoyamos al gobierno de Chávez, pero, asimismo exigimos una política que definitivamente defienda a los trabajadores, productores reales de la riqueza social; que se acabe la complacencia con los explotadores, con el capital financiero y con las empresas transnacionales que en el sector petróleo y bancario se han enriquecido de forma gigantesca a costa de la explotación de la clase obrera.
Por otra parte, vemos con gran preocupación, como cada día, con larde de eficiencia ante los medios de comunicación social, el ministro de relaciones interiores y justicia se enorgullece de entregar revolucionarios al gobierno reaccionario de Juan Manuel Santos.
Una política revolucionaria tiene que ser la correspondencia entre el decir y el hacer; un discurso contra el imperialismo debe ser consecuente con el enfrentamiento a las políticas reaccionarias, plegarse a sus exigencias, ser complaciente con la derecha no conduce a nada bueno.
La entrega de revolucionarios al aparato represivo colombiano es, sin ninguna duda, una política desacertada que solo conduce a la frustración y al desencanto de las masas, a la confusión política y a la desconfianza de todo el movimiento revolucionario que ve en acciones de este tipo el signo de la debilidad ante el fascismo, camino que no conduce a la profundización revolucionaria sino al estancamiento, al reformismo y tal vez, a la traición de los ideales revolucionarios, escuchándose en la “política de altura” el consenso y el temor a una arremetida del imperialismo, que tarde o temprano, con entreguismo o sin él se hará presente en nuestra tierra, de manos del imperialismo para apropiarse de nuestras riquezas.
Solo la profundización revolucionaria nos hará libres, viva el proletariado, vivan las luchas internacionalistas
En Egipto, antes de los alzamientos populares de “El Cairo”, se generaron huelgas de gran importancia que fueron duramente reprimidas, pero dejaron la combatividad y el espíritu de lucha sembrados. En Túnez, hubo movilizaciones y protestas, especialmente de desempleados, que llegaron al extremo de inmolarse. En Bolivia, la central obrera boliviana, de gran arraigo, ha obligado al presidente Evo Morales a sentarse a la mesa para acordar los niveles de aumento salarial. De igual forma, en Europa las grandes movilizaciones obreras han sido referencia obligada.
A pesar de la orientación burguesa sobre la dirección reformista que aún controla al movimiento sindical a nivel mundial, la clase obrera pugna por abrirse camino, desbancar a esa dirigencia entreguista y sustituirla por verdaderos dirigentes de la clase obrera, es decir, por auténticos revolucionarios.
Venezuela no escapa a esta situación, como tampoco puede abstraerse de los efectos de la crisis general del capitalismo. Por tal razón, comienza a evidenciarse descontento en la clase obrera y cierta desorientación ante la política dirigida hacia los trabajadores que de ninguna forma satisface las aspiraciones y requerimientos de la clase obrera venezolana. Vivimos en una economía capitalista, donde el lucro individual del burgués es la esencia. Dicho lucro, se basa en la extracción forzada de plusvalía a la clase obrera y a la vez se transforma en herramienta para la explotación de más trabajadores.
El proletariado requiere una política clara en materia laboral, que no siga en un discurso de revolución mientras se preserva la estructura de opresión capitalista y se fortalecen sectores económicos afines o complacientes con el gobierno; desde la clase obrera apoyamos al gobierno de Chávez, pero, asimismo exigimos una política que definitivamente defienda a los trabajadores, productores reales de la riqueza social; que se acabe la complacencia con los explotadores, con el capital financiero y con las empresas transnacionales que en el sector petróleo y bancario se han enriquecido de forma gigantesca a costa de la explotación de la clase obrera.
Por otra parte, vemos con gran preocupación, como cada día, con larde de eficiencia ante los medios de comunicación social, el ministro de relaciones interiores y justicia se enorgullece de entregar revolucionarios al gobierno reaccionario de Juan Manuel Santos.
Una política revolucionaria tiene que ser la correspondencia entre el decir y el hacer; un discurso contra el imperialismo debe ser consecuente con el enfrentamiento a las políticas reaccionarias, plegarse a sus exigencias, ser complaciente con la derecha no conduce a nada bueno.
La entrega de revolucionarios al aparato represivo colombiano es, sin ninguna duda, una política desacertada que solo conduce a la frustración y al desencanto de las masas, a la confusión política y a la desconfianza de todo el movimiento revolucionario que ve en acciones de este tipo el signo de la debilidad ante el fascismo, camino que no conduce a la profundización revolucionaria sino al estancamiento, al reformismo y tal vez, a la traición de los ideales revolucionarios, escuchándose en la “política de altura” el consenso y el temor a una arremetida del imperialismo, que tarde o temprano, con entreguismo o sin él se hará presente en nuestra tierra, de manos del imperialismo para apropiarse de nuestras riquezas.
Solo la profundización revolucionaria nos hará libres, viva el proletariado, vivan las luchas internacionalistas
No al entreguismo.