Cuando se realizan análisis para caracterizar al actual gobierno del Ecuador, se suele caer en un error muy frecuente en los viejos libros de texto de las escuelas, que es poner una lista de las acciones “buenas” versus otra lista de las “malas”. Así, se pretende dar una visión de imparcialidad, silenciando que son totalmente parciales las maneras en las cuales se selecciona lo “bueno” y lo “malo”, así como la enorme carga moralista que existe al realizar una clasificación de este tipo. Análisis de esta naturaleza salvan enormes responsabilidades históricas porque el corrupto que nos gobernaba construyó un teatro, o porque el gobierno derrocado por el pueblo tenía un Presidente que personalmente no robó o cualquier otra cosa que entre en la lista.
Por supuesto, cuando se trata de historia reciente, que en la vida de los pueblos es casi como decir presente, existen otros problemas que hablan de las dificultades que se presentan cuando no se cuenta con un posicionamiento claro para entender lo que acontece. Porque entender la realidad, pasada o presente, no se reduce a una o más listas de acciones y menos aún a una pretendida “narración imparcial” como solía decirse tiempo atrás.
Lo necesario es comprender que el análisis no puede separar el pasado, presente y futuro, porque ello implica que se rompería la continuidad y relaciones entre los acontecimientos. “Historia: por ésta entiendo no sólo la historia acabada, sino también la historia que se está produciendo y la que está por llevarse a cabo”, diría Castoriadis (1990) y podríamos añadir que por tanto son de vital importancia: las relaciones, causas y consecuencias de los acontecimientos, sus continuidades y rupturas, roles jugados por los diversos actores sociales y las tendencias hacia futuro.
Volviendo a la mirada sobre el gobierno, cuando se realiza esta búsqueda, es evidente que existe una diferencia entre su primer período, mientras el Presidente mantenía coincidencias con las organizaciones populares y la izquierda y que concluyó con la aprobación de la nueva Constitución, y el acontecer en el segundo período de Rafael Correa, cuya entrega a la derecha es visible en sus acciones, discursos, integración de sus cuadros de mando y relaciones con el imperialismo norteamericano y chino.
Las tendencias marcantes en esos dos períodos deben ser diferenciadas para comprender que, aunque se repitan ministros, asambleístas y el Presidente, en realidad se visibilizan dos líneas y dos momentos históricos diferenciados. Por ello, del segundo período no pueden ser culpables los que apoyaron el primero y que denunciaron la derechización del gobierno y su devenir en un distanciamiento pleno de las banderas de lucha populares de más de 30 años y que habían sido asumidas en el plan de gobierno inicial. Hoy se trata de un gobierno que direcciona la recomposición del capital y de la manera de explotar el trabajo y la naturaleza enbeneficio de las clases dominantes. Cuáles son los grupos económicos monopolíticos más beneficiados y si esa reestructuración del capital es un neokeynesianismo o neoconservadorismo, puede debatirse, pero no el hecho de que los dos periodos de Correa caminan en sentidos contrarios.
Un ejemplo claro de la debilidad de analizar acciones aisladas está en juzgar, por ejemplo, el rol de los llamados Programas de Transferencias Condicionadas o Bonos de Reducción de la Pobreza, los cuales de acuerdo a datos de CEPAL se llevan adelante en 18 países de América Latina. Quienes ponen eso como demostración de una posición progresista y hasta de izquierda, deben recordar que programas similares se llevan a cabo en países como Colombia, Perú o México, impuestos por gobiernos neoliberales y que aquí mismo, en Ecuador, el Bono de Desarrollo Humano inició con Mahuad y tomó el nombre actual con Gutiérrez. El hecho de entregar un bono, por si mismo, no define si es acción de alguien de izquierda o de derecha.
Si consideramos el conjunto de factores de la realidad, en términos integrales a partir del pasado y, sobre todo, de las tendencias y perspectivas de futuro, no basta redactar los cien logros del gobierno o las cien traiciones al proyecto inicial. Es necesario establecer los verdaderos intereses de las clases trabajadoras y las nacionalidades del Ecuador para definir un programa de lucha independiente. Esa es la gran tarea que se espera del la unidad plurinacional de las izquierdas, haciendo de la lucha social y política el escenario que recupere la larga experiencia del pueblo en enfrentar a los gobiernos que lo defraudan