Editorial del semanario En Marcha
La publicación de un nuevo cable filtrado por WikiLeaks en el que la ex embajadora de Estados Unidos en el Ecuador, Heather Hodges, inculpa al Gral. Jaime Hurtado de responsabilidad en graves actos de corrupción y a su vez critica su nominación como Comandante General de la Policía ha provocado una crisis en las relaciones diplomáticas entre ambos países.
El contenido del cable es muy grave, señala que no obstante Correa conocía de los actos de corrupción del mencionado jefe policial, lo nombró Comandante de esa institución precisamente porque dicha condición moral le permitiría manejarlo a su antojo. Así las cosas, había motivo más que suficiente para que en el país estalle un grave escándalo en el que el Presidente estaría en el centro, sin embargo para evitar que así suceda Correa creó un conflicto mayor: expulsó a la embajadora yaqui del país.
El cable en mención reafirma algo que es conocido en todo el mundo: el intervencionismo político del imperialismo estadounidense en asuntos internos de todos los países y que las embajadas yanquis son centros de espionaje. La expulsión de Hodges es una medida correcta, pero unilateral si no se ponen fin a una serie de convenios y acuerdos de “cooperación” a través de los cuales la intervención política y militar de los Estados Unidos persiste, como son los suscritos meses atrás por el Ministro de Defensa para el control de la frontera con Colombia o los establecidos por la DEA y Fander Falconí, cuando éste encabezaba el Ministerio de Relaciones Exteriores. En este aspecto el asunto es muy claro y se evidencia en las declaraciones formuladas en estos días por el jefe del Comando Sur, general Douglas Fraser, quien sostiene que “las relaciones militares entre Estados Unidos y Ecuador continúan siendo muy buenas”.