Como las Bahamas hay varios paraísos fiscales en el mundo. Según las Naciones Unidas existirían setenta y cuatro, pero la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD) habla de cuarenta. Liechtenstein, Mónaco, Malta, Jersey, Andorra, Gibraltar y Chipre serían los más importantes de Europa; las islas Caiman, Panamá, las Islas Vírgenes Británicas, Bermudas, Antillas Holandesas, entre otros, están en nuestro hemisferio.
En el principado de Liechtenstein, con apenas 35 mil habitantes, se calcula que existen 70 mil sociedades sin pagar impuestos y los depósitos bancarios llegarían a unos 150 mil millones de dólares; en las islas Caiman , territorio británico de ultramar de 30 mil habitantes, existen cerca de setenta mil firmas comerciales y 450 bancos, lo que les convierte en el quinto centro financiero internacional.
Pero, ¿qué les ha hecho acreedores a esa denominación? La más absoluta tranquilidad de la que allí disfrutan el capital, las grandes fortunas y sus propietarios… sin que nada ni nadie los moleste. Los paraísos fiscales son jurisdicciones que combinan la baja o nula tributación, leyes de secreto bancario y la ninguna cooperación con otros países en materia tributaria. La Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC), un movimiento internacional que promueve el control democrático de los mercados financieros y las instituciones encargadas de su control, los define como "algunos países, islas o enclaves geográficos con regímenes jurídicos opacos, reglamentaciones fiscales muy laxas que ofrecen exenciones y beneficios muy atractivos para el capital financiero y para la actividad financiera en general; los ofrecen a extranjeros no residentes y a sociedades domiciliadas legalmente en el lugar, aunque sólo sea con una dirección postal".
Quienes tienen dinero que no puede ser explicado su origen porque proviene del narcotráfico, del tráfico de armas, de la apropiación de bienes públicos; quienes son incapaces de justificar sus fortunas buscan los paraísos fiscales para legitimar esos recursos, en otras palabras, para lavar dinero alcanzado por medios ilegales. Las personas o empresas –muchas de ellas transnacionales- que buscan evadir el pago de impuestos, ocultar su contabilidad, sus balances y en general burlar la legislación de los países en donde operan tienen cuentas en esos paraísos, crean empresas en los centros Offshore. La mitad de las transacciones bancarias internacionales, las actividades especulativas más lucrativas pasan por estos emporios ubicados en el corazón de la globalización capitalista.
Con el neoliberalismo los paraísos fiscales han brilado “con todo su esplendor” porque ese facilitó la evasión fiscal y el ocultamiento del dinero ilícito gracias a la liberalización de los movimientos financieros. Un estudio efectuado por Tax Justice Network estima que debido a los depósitos efectuados en esos lugares, las pérdidas anuales de los países llegan a cerca de 250 mil millones de dólares, y aclara que su estimación es muy conservadora; el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial califican a esos paraísos como “escondrijos de una cuarta parte de la riqueza privada mundial”.
En el mundo de los negocios se conoce perfectamente lo que son los paraísos fiscales; si alguien se mete en ellos sabe perfectamente por qué y para qué lo hace. Eso lo sabe muy bien el Ing. Fabricio Correa.