Editorial del semanario En Marcha - edición 1459
El gobierno miente, no hay duda de ello. El gobierno miente y por eso va perdiendo credibilidad entre nuestro pueblo. Pero también insulta... y patea. La prepotencia, el autoritarismo es la característica más notoria en la personalidad del presidente Correa.
Dice que no más del cinco por ciento de maestros están en paro, y si es así ¿por qué tanto despliegue policial en el país, tanta amenaza, tanta propaganda en la prensa en contra del paro de la UNE? En su atosigante publicidad invoca a formar una ‘cultura del diálogo y de la democracia’, pero los ecuatorianos hemos visto cómo la policía arrastra a la cárcel a una maestra que se atrevió a gritar viva el paro; somos testigos de rectores removidos de sus funciones; vemos estudiantes heridos con proyectiles lanzados por la policía en rostros y piernas. Ciento dieciséis detenidos en diez días de paro, esa es la democracia de Rafael Correa. Diálogo a toletazos, a golpes en los calabozos.
Zalamero con los indígenas decía que son sus compañeros, que coincide en un noventa por ciento con sus planteamientos; pero cuando la Conaie definió el inicio de sus movilizaciones desde el día 27 ya dijo que son locos, que son enemigos del pueblo. Esto último expresa racismo, el mismo al que acudieron los pasados gobiernos neoliberales.
La protesta popular se generaliza en el país porque el pueblo quiere impedir que el proyecto político por el que lucharon termine dirigido por fuerzas de derecha. Los trabajadores, maestros, los indígenas, la juventud y más sectores populares estuvieron antes, mucho antes de que Correa apareciera en el escenario político, peleando en contra del neoliberalismo, en contra de los gobiernos oligárquicos. Solo a Correa se le puede ocurrir que esos sectores sociales “responden a la derecha”.
Si hay lucha es porque existe descontento. Correa se está apartando del cambio progresista y democrático que ofreció. ¿Qué ha dicho y ha hecho Correa en estos tres o cinco meses en contra de los pelucones como le gusta calificarlos? Nada. Todos sus dardos los ha lanzado en contra de las organizaciones populares, para denigrar a los maestros, para descalificar a las organizaciones de izquierda revolucionaria, y ahora está en contra de los indígenas.
El desencanto y descontento popular no podrán se contrastados con su enorme y millonaria maquinaria publicitaria. Su poder está en la propaganda, en la manipulación, en el engaño. El gobierno debería rendir cuentas de cuántos millones de dólares ha gastado hasta el momento para crear la ficción de que vivimos una ‘revolución en marcha’.
El gobierno miente, no hay duda de ello. El gobierno miente y por eso va perdiendo credibilidad entre nuestro pueblo. Pero también insulta... y patea. La prepotencia, el autoritarismo es la característica más notoria en la personalidad del presidente Correa.
Dice que no más del cinco por ciento de maestros están en paro, y si es así ¿por qué tanto despliegue policial en el país, tanta amenaza, tanta propaganda en la prensa en contra del paro de la UNE? En su atosigante publicidad invoca a formar una ‘cultura del diálogo y de la democracia’, pero los ecuatorianos hemos visto cómo la policía arrastra a la cárcel a una maestra que se atrevió a gritar viva el paro; somos testigos de rectores removidos de sus funciones; vemos estudiantes heridos con proyectiles lanzados por la policía en rostros y piernas. Ciento dieciséis detenidos en diez días de paro, esa es la democracia de Rafael Correa. Diálogo a toletazos, a golpes en los calabozos.
Zalamero con los indígenas decía que son sus compañeros, que coincide en un noventa por ciento con sus planteamientos; pero cuando la Conaie definió el inicio de sus movilizaciones desde el día 27 ya dijo que son locos, que son enemigos del pueblo. Esto último expresa racismo, el mismo al que acudieron los pasados gobiernos neoliberales.
La protesta popular se generaliza en el país porque el pueblo quiere impedir que el proyecto político por el que lucharon termine dirigido por fuerzas de derecha. Los trabajadores, maestros, los indígenas, la juventud y más sectores populares estuvieron antes, mucho antes de que Correa apareciera en el escenario político, peleando en contra del neoliberalismo, en contra de los gobiernos oligárquicos. Solo a Correa se le puede ocurrir que esos sectores sociales “responden a la derecha”.
Si hay lucha es porque existe descontento. Correa se está apartando del cambio progresista y democrático que ofreció. ¿Qué ha dicho y ha hecho Correa en estos tres o cinco meses en contra de los pelucones como le gusta calificarlos? Nada. Todos sus dardos los ha lanzado en contra de las organizaciones populares, para denigrar a los maestros, para descalificar a las organizaciones de izquierda revolucionaria, y ahora está en contra de los indígenas.
El desencanto y descontento popular no podrán se contrastados con su enorme y millonaria maquinaria publicitaria. Su poder está en la propaganda, en la manipulación, en el engaño. El gobierno debería rendir cuentas de cuántos millones de dólares ha gastado hasta el momento para crear la ficción de que vivimos una ‘revolución en marcha’.