Once meses ha permanecido ya en prisión Marcelo Rivera, y el interés del gobierno y de las principales autoridades de la Universidad Central es mantenerlo 25 meses más. Con su prisión, Correa, Samaniego y otros enemigos del movimiento estudiantil universitario y popular en general creyeron que doblegarían el accionar de un joven dirigente estudiantil, pero se equivocaron. Marcelo, como dice J. V. Stalin, es de aquellas personas “hechas de una trama especial”.
La cárcel no ha cortado sus alas, sus sueños y anhelos por cambiar el mundo; no ha enmudecido su palabra, ni ha encadenado su espíritu y rebeldía; tampoco ha apagado su alegría y el amor por la vida, no obstante en este momento la pone en juego en una nueva batalla por la verdad y la justicia, a través de una huelga de hambre que ha despertado la solidaridad en todo el país.
Marcelo ha hecho de la prisión una nueva trinchera de lucha. Desde ella continúa denunciando el contenido político del proceso seguido en su contra y alienta a sus compañeros a persistir en el combate; más de una vez, con la gallardía propia de los revolucionarios, ha pregonado su militancia en la izquierda y sus anhelos de conquistar la patria nueva y el socialismo. La cárcel no ha podido, ni podrá, cambiar su pensamiento político; en las varias comunicaciones y en las comparecencias ante los jueces ha demostrado valentía y vitalidad para enfrentar el proceso.
¿Qué hace posible a un hombre o a una mujer resistir a la presión y al encarcelamiento? Su convicción política, su afirmación en los principios, su amor al pueblo y a la causa revolucionaria. Sin duda alguna Marcelo ha dado muestras de ello. Resiste porque está convencido en lo que cree, y porque sabe de la transitoriedad del momento que vive. Resiste porque, a su vez, ha visto que sus compañeros siguen junto a él y cada quien combate en la trinchera que las condiciones exigen y permiten.
Para él la cárcel es un nuevo frente de lucha. La ha tomado como recomienda el poeta turco Nazim Hikmet:
Has de tomar en serio el vivir.
es decir, hasta el punto y de tal manera
que aun teniendo los brazos atados a la espalda
y la espalda pegada al paredón...
... has de saber morir por los hombres
Sucede
que estamos en la cárcel
... Sin embargo, hemos de de seguir viviendo con los de afuera,
con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos,
es decir, con todo el mundo exterior que se halla
tras el muro de nuestros sufrimientos;
es decir: estemos donde estemos
hemos de vivir
como si nunca hubiésemos de morir.