Ser de izquierda se está convirtiendo en algo así como una moda. Hasta hace algunos años sucedía todo lo contrario, ser de izquierda casi equivalía a mala palabra; la moda era ser neoliberal, sea abiertamente o un tanto camuflado como actuó la Izquierda Democrática en todos estos años, pero a fin de cuentas neoliberal.
Y ser de izquierda era mal visto, porque en los años de predominio de las ideas del consenso de Washington, quienes así nos presentamos tuvimos el cuidado de asumir nuestra postura con nombre y apellido: de izquierda revolucionaria, marxista leninistas, luchadores por la revolución y el socialismo.
Por eso fuimos blanco permanente de los ataques del imperialismo, de la burguesía más reaccionaria y de la que pregonaba un falso progresismo, pero también de sectores que actuando como fuerzas populares creyeron que las ideas del cambio revolucionario debían quedar en el olvido. Ese ataque persiste en estos días. La moda izquierdista se extiende solamente para quienes asumen un izquierdismo ligth, un socialismo constitucionalista, una revolución en la que se toman de la mano burgueses y proletarios cubiertos bajo el paraguas de la ciudadanía.
Hay sin duda una violenta campaña en contra de la izquierda revolucionaria, en la que coincide por igual la derecha y el gobierno de la “revolución ciudadana”. De los ciento setenta insultos que se han contabilizado en las intervenciones públicas de Correa ¿cuántas han sido lanzadas en contra de la izquierda revolucionaria? Izquierdistas infantiles, bobos, tradicionalistas, violentistas, terroristas, atrasados… el etcétera es largo. La represión también está enfilada en contra de combatientes populares a los que se los quiere desprestigiar bajo el mote de terroristas. Marcelo Rivera es un ejemplo.
A unos y a otros les duele que la izquierda revolucionaria se mantenga firme en sus principios, consecuente con los intereses de los trabajadores, de los pueblos y con los intereses soberanos Ecuador; les cuesta reconocer que las propuestas planteadas tienen coherencia con la política revolucionaria, responden a las circunstancias políticas concretas y reciben el apoyo de importantes sectores de la población; les enceguece al ver la capacidad mostrada por representantes de la izquierda en cargos de elección popular en concursos públicos como el último para elegir el Consejo de Participación Ciudadana.
El ataque a la verdadera izquierda viene de lado y lado, pero ésta sabe navegar en medio de la tormenta.