miércoles, agosto 18, 2010

Ficción, no revolución

Editorial del semanario En Marcha
Edición 1501


Alegrar a los sectores populares con pequeñas cosas es la línea de conducta del gobierno. Así hace creer que en el país se están produciendo cambios, que al fin alguien se acuerda de los pobres. En medio de tanta pobreza y miseria acumulada por culpa del inhumano sistema en que vivimos, que alguien se acerque a obsequiarle un foco o que le entreguen unos pocos dólares con la denominación de Bono del Desarrollo Humano provoca, sin duda alguna, agradecimiento.

Así Rafael Correa se contenta también, porque ello le permite mantenerse con altos índices de aceptación y respaldo -según dicen las encuestas- y continuar hablando de una supuesta revolución en marcha. Ficción y no revolución es lo que vivimos. El asistencialismo llega a algunos sectores, pero durante los tres años de “revolución ciudadana” quienes más se han beneficiado han sido los grandes empresarios industriales, agrícolas, banqueros. Estos últimos en el 2008 tuvieron utilidades superiores al 20%, el 2009 fueron del 13%, y para tener una idea de lo que eso significa basta conocer que durante el auge de la especulación financiera la banca en los EEUU tuvo utilidades del 6%.

Los principales grupos económicos del país, entre los que se encuentran La Favorita, Banco del Pichincha, El Juri, Exportadora Bananera Noboa, General Motors, Consorcio Nobis, Proinco, Pronaca…, el año pasado declararon al Servicio de Rentas Internas ingresos por alrededor de 9.800 millones dólares, equivalentes a 1.4 veces más que todos los ingresos tributarios recibidos por el Estado. El 3% de las empresas concentran el 70% de ingresos empresariales totales, el 73% de los activos totales y el 80% del patrimonio. Es decir, la concentración de la riqueza en pocas manos es por demás evidente y no se ha hecho absolutamente nada por combatirla. No es raro, pues, que los empresarios estén contentos con la propuesta de un Código de la Producción en el que se establecen grandes beneficios para la empresa privada.

Opulencia por un lado y miseria por otro. ¿Puede alguien negar que existe una revolución en marcha?