Editorial del semanario En Marcha
En muchos de los análisis que sobre los resultados de la consulta del 7 de mayo se han realizado se deja abierta la expectativa de que Rafael Correa, tras ver que menos de la mitad de votantes sufragaron por el sí, cambie “su estilo de gobernar”, deje de lado el insulto, la vocinglería y asuma una actitud “serena y conciliadora”.
Ese deseo, presente entre analistas políticos y en amplios sectores de la población, se desvanece al ver y escuchar al Presidente en sus declaraciones de estos días. Desprecio por los votantes del NO, llevado a minimizar la importancia de provincias y regiones del país en las que Correa fue derrotado, se desprende de lo dicho. Para él tienen más valor las provincias en las que gana el sí, las otras son de segundo orden; la “revolución ciudadana” actúa con la misma lógica de subestimación con la que todos los gobiernos anteriores lo hicieron provocando el atraso económico de regiones enteras. En la última sabatina Correa vertió odio, desprecio y revanchismo hacia los electores y defensores del NO, lo que no llama la atención.
La prepotencia gubernamental también se pudo observar en el caso del proceso seguido al Crnl. César Carrión. El Ministro del Interior, José Serrano, amenazó a los jueces con seguirles juicio penal si ponían en libertad a Carrión, acusándolos de parcializados. Correa se hizo eco de esas palabras. Nada más claro de por qué y para qué el gobierno quiere meterle mano a la justicia.
El autoritarismo, la prepotencia, las actitudes antidemocráticas de Rafael Correa no responden únicamente a un “estilo de gobernar”, surgen de su concepción burguesa del ejercicio del poder y del rol del Estado capitalista en la sociedad. Correa, encarna un proyecto político autoritario, lo que diga la gente –con consulta o sin ella- poco le importa, todo el discurso de la participación ciudadana, del control social, etc. etc. no es más que un parapeto con el que pretende hacer creer, sobre todo a nivel internacional, que en el Ecuador existe una activa participación popular en la toma de decisiones políticas. Como en los gobiernos burgueses más reaccionarios, el actual tiene el interés de concentrar al máximo su poder para imponer su política antipopular y antinacional; claro está que tras los resultados del 7 de mayo las cosas no le resultarán muy fáciles.