En el curso de las semanas precedentes, la confrontación entre la Unión Nacional de Educadores y el gobierno, a propósito de la inconstitucional y punitiva evaluación a los maestros, se ha convertido en aspecto central de la política ecuatoriana. Ese choque, que desde el gobierno y la gran prensa ha sido conducido también en contra del Movimiento Popular Democrático, ha provocado confusión en muchos ecuatorianos que no logran entender cómo el gobierno, incluyendo al mismo presidente Rafael Correa, ha atacado con tanta fuerza a dos organizaciones que han expresado su apoyo a la gestión gubernamental.
Dicho comportamiento podría calificarse como inconsecuencia de PAIS y el gobierno con un sector que ha dado claras muestras de compromiso con el proyecto político que vive el Ecuador. Pero más que inconsecuencia existen divergencias de orden político que los confronta. Rafael Correa y PAIS han instaurado un gobierno democrático y progresista, y aunque hablen de llevar adelante una revolución a la que califican como ciudadana, lo cierto es que su gestión tiene el límite de la institucionalidad capitalista que la respetan y convocan a respetarla. Estamos frente a un gobierno que no supera el reformismo y el asistencialismo, a través de los cuales pretende atender algunas necesidades materiales de los pueblos, pero que de ninguna manera provocarán una verdadera transformación en las estructuras de la sociedad ecuatoriana.
El MPD, por su parte, como organización de izquierda revolucionaria, entiende que es necesario la adopción de medidas radicales par cambiar el país, ha criticado –por ejemplo- la ambivalencia gubernamental al hablar en contra de la banca y los empresarios, mientras concilia con los segundos cuando se han burlado de la aplicación del mandato que puso fin a la tercerización, o cuando les garantiza altas utilidades a los primeros al elevar las tasas de interés o al mantener más de mil millones de dólares del Estado en bancos privados. Conductas contradictorias con el discurso se han presentado en temas como la política petrolera, minera o frente a la deuda externa calificada como ilegal e ilegítima, sin embargo de lo cual se la paga.
Lo que está ocurriendo en nuestro país es la confrontación al interior de la tendencia democrática, progresista y de izquierda entre posiciones reformistas vs. las posiciones de la izquierda revolucionaria que mantiene posturas críticas a las limitaciones y errores de la acción gubernamental. El reformismo quiere cerrar espacios a la acción de las fuerzas revolucionarias.
La izquierda revolucionaria entiende como inevitable la presencia de estas contradicciones y se esfuerza para que los trabajadores y el pueblo comprendan su naturaleza y origen. Su solución no implica esconder los puntos divergentes, sino, por el contrario, redoblar esfuerzos para que el pueblo entienda mejor su política en la coyuntura y sus objetivos estratégicos.
No obstante que, ahora, esta confrontación se muestra agudizada, no debe perderse de vista que la contradicción fundamental en la sociedad ecuatoriana es la que se manifiesta entre explotados y explotadores, entre los pueblos y clases trabajadores del Ecuador y el imperialismo, principalmente norteamericano. Ese es el primer blanco de la revolución ecuatoriana.