jueves, enero 01, 2009

50 AÑOS DESPUES… Y el mismo reto de hacer la Revolución


Por: Lázaro Barredo Medina / Granma

"La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será más fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil."

Eso le dijo al pueblo de Cuba el Comandante en Jefe Fidel Castro el día de su entrada a La Habana el 8 de enero de 1959. Muchos no imaginaron siquiera el inmenso reto que les tocaría vivir.

Bastó que a los pocos días, Fidel comenzara a proclamar el derecho a la autodeterminación en las relaciones con Estados Unidos para que inmediatamente empezaran las agresiones, los intentos de atentados contra su persona y la irritación de los políticos norteamericanos, evidencia de lo cual son los discursos y artículos de la época, como lo prueba el editorial de la revista Time, vocera de los sectores más conservadores, bajo el título: "El neutralismo de Fidel Castro es un desafío para los Estados Unidos".

Ni neutrales podían ser los cubanos frente a Estados Unidos.

El triunfo de la Revolución aquel enero de 1959 significó para la nación cubana la posibilidad real, por primera vez en su historia, de ejercer el derecho de libre determinación. Desde ese momento ni el Presidente, el Congreso ni los embajadores de Estados Unidos pudieron mantener la capacidad de decidir lo que se podía o no se podía hacer en Cuba. Finiquitó la amarga dependencia por la cual los gobernantes norteamericanos y sus embajadores disponían de un poder muchas veces mayor para decidir cosas en Cuba, que el poder real que tenían para tomar decisiones dentro del gobierno federal de los Estados Unidos con respecto a cualquiera de los 50 estados que conforman la unión norteamericana.

Fue precisamente en ejercicio de este derecho que una vez conquistada la plena independencia nacional comenzó de inmediato la aplicación del programa anunciado por Fidel en el juicio del Moncada en 1953 y contenido en su histórico alegato La Historia me Absolverá.

Cuba estableció el régimen económico y social que consideró más justo y estableció un Estado socialista con democracia participativa, igualdad y justicia social.

La economía del país se caracterizaba por esta época por un escaso desarrollo industrial, dependiendo en lo fundamental de la producción azucarera y una economía agrícola concentrada en latifundios, donde los terratenientes controlaban el 75% del total de las áreas agrícolas.

La mayor parte de la actividad económica del país y sus recursos minerales eran regentados por capitales norteamericanos, los que disponían de 1,2 millones de hectáreas de tierra (una cuarta parte del territorio productivo), además de controlar la parte fundamental de la industria azucarera, la producción de níquel, las refinerías de petróleo, los servicios de electricidad y teléfono, la mayor parte del crédito bancario, entre otros. De igual modo, el mercado estadounidense acaparaba aproximadamente el 70% de las exportaciones e importaciones cubanas, siendo los volúmenes del intercambio comercial muy dependientes: Cuba, en 1958, exportaba productos por un valor de 733 millones de pesos e importaba por un monto de 777 millones.

El cuadro social imperante lo caracterizaba un alto grado de desempleo y analfabetismo, las situaciones precarias del sistema de salud, de la asistencia social y del estado de la vivienda de la mayor parte de la población, así como de abismales diferencias en las condiciones de vida entre la ciudad y el campo. Había una alta polarización y no equitativa distribución de los ingresos: mientras en 1958 el 50% de la población disponía sólo del 11% de los ingresos, un minoritario 5% concentraba el 26% de las rentas. Además, la discriminación racial y de la mujer, la mendicidad, la prostitución y la corrupción social y administrativa estaban muy extendidas.

La inaplazable solución a los problemas sociales y económicos más acuciantes de la sociedad cubana sólo podía asumirse con la libre disposición por el pueblo cubano de sus riquezas y recursos naturales, y así, al amparo de la Constitución, que fuera aprobada en 1940 y en correspondencia con las normas del Derecho Internacional, Cuba ejerció el derecho de disponer de esos recursos y asumió las obligaciones derivadas de ello, indemnizando a todos los nacionales de terceros países (Canadá, España, Inglaterra, etc.) con excepción de los nacionales de Estados Unidos, cuyo Gobierno rechazó las disposiciones cubanas y convirtió esta decisión del Estado cubano en un pretexto para desatar una guerra sin precedentes en la historia de las relaciones bilaterales entre dos naciones.

La Revolución no sólo entregó la tierra en propiedad a los campesinos, hasta entonces sometidos a condiciones semifeudales de producción y obligados a vivir en condiciones de extrema pobreza, sino que todos los recursos de que dispuso el país fueron dedicados al desarrollo económico de la nación y al mejoramiento de las condiciones materiales y de vida de la población. Para que se tenga una idea, sólo en la década de los 80, a la construcción de objetivos productivos y obras sociales fueron destinados aproximadamente 60 mil millones de pesos.

El proceso de industrialización llevado a cabo permitió el comienzo de la diversificación económica y productiva. Hasta el inicio de la crisis económica que con la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista europeo entre 1989 y 1991, dimos en llamar Período Especial, en Cuba con la Revolución creció 14 veces la capacidad de producir aceros, seis veces la de cemento, cuatro veces la de níquel, diez veces la de fertilizantes, cuatro veces la de refinación de petróleo (sin contar la nueva refinería de Cienfuegos), siete veces la producción textil, tres veces la del turismo, por mencionar algunas. También se crearon ramas completas e industrias nuevas como la construcción de maquinarias, la mecánica, la electrónica, la producción de equipos médicos, la industria farmacéutica, la industria de materiales de la construcción, la industria del vidrio, la cerámica, entre otras, a lo cual se suman las inversiones que acrecentaron y modernizaron las industrias azucarera, alimentaria y ligera. A ese esfuerzo se suman el desarrollo de la biotecnología y la ingeniera genética y otras ramas científicas.

El país también hizo esfuerzos en el mejoramiento de la infraestructura. La generación eléctrica creció más de ocho veces; la capacidad de agua embalsada aumentó 310 veces, de 29 millones de metros cúbicos en 1958 hoy supera los 9 000 millones de metros cúbicos, hubo una diversificación de carreteras y autopistas, modernización de los puertos y otros. Las necesidades sociales fueron bastante cubiertas, salvo en la vivienda que ha sido el gran problema cubano.

El progresivo crecimiento y diversificación del potencial productivo y la aplicación de un vasto programa social permitieron afrontar la solución del problema del desempleo. En 1958, con una población de 6 millones de habitantes alrededor de una tercera parte de la población económicamente activa estaba desempleada, de ella el 45 por ciento en las zonas rurales, mientras que de unas 200 mil mujeres empleadas, el 70% lo hacia en labores domésticas. Hoy, con 11 millones de habitantes, el número de personas ocupadas supera los 4,5 millones. Más del 40 por ciento de los trabajadores son mujeres y ellas representan hoy más del 60 por ciento de la fuerza técnica y profesional del país.

En 1958, la cifra de analfabetos y semianalfabetos alcanzaba a dos millones de personas. El promedio de nivel escolar entre los mayores de 15 años no sobrepasaba el tercer grado, más de 600 mil niños carecían de escuelas y el 58 por ciento de los maestros no tenían empleo. Sólo el 45,9% de los niños en edad escolar estaban matriculados y la mitad de ellos no asistía a clases, logrando terminar la enseñanza primaria solamente el 6% de los niños matriculados. Las universidades apenas tenían capacidades para unos 20 000 estudiantes.

La esfera educacional recibió una inmediata atención del Estado revolucionario. Lo primero que se desarrolló fue una masiva campaña de alfabetización con la participación de la población. Se construyó una extensa red de escuelas en todo el país y más de 300 mil maestros y profesores se desenvuelven con pleno empleo en ese sector. El promedio de nivel escolar entre los mayores de 15 años es de noveno grado. El 100% de los niños en edad escolar matriculan en las escuelas y el 98% culmina la enseñanza primaria y 91% la secundaria. Uno de cada 11 ciudadanos es graduado universitario y uno de cada 8 habitantes en la Isla tiene nivel de preparación técnico-profesional. Hay 650 000 estudiantes en las universidades en estos momentos y toda la enseñanza es gratuita. Se le garantiza además al 100% de los niños con deficiencias físicas y mentales la posibilidad de prepararse para la vida en escuelas especiales.

La precaria situación de la salud pública en 1958 la caracterizaba una mortalidad infantil que sobrepasaba la cifra de 60 por mil nacidos vivos y la materna un nivel de 118 por 10 mil. La tasa de mortalidad por gastroenteritis era de 41,2 por cien mil y la de tuberculosis de 15,9 por cien mil. En zonas rurales el 36% de la población padecía parásitos intestinales, el 31% paludismo, el 14% tuberculosis y el 13% de la tifoidea. La esperanza de vida al nacer se estimaba en 58,8 años.

La capital del país concentraba el 61% de las camas de hospitales y el 65% de los 6 500 médicos. En el resto de las provincias la cobertura era de un médico por cada 2 378 habitantes y en todas las zonas rurales de la nación existía únicamente un hospital.

Hoy toda la atención de salud es gratuita y Cuba dispone de más de 70 000 médicos para una cobertura de un galeno por cada 194 habitantes y casi 30 000 de ellos están prestando servicios en más 60 países. Se ha creado una red nacional de más de 700 hospitales y policlínicos. Por la masividad de la vacunación (en estos momentos a cada niño se le dota de 13 vacunas) han sido virtualmente eliminadas enfermedades como la poliomielitis, difteria, sarampión, tos ferina, tétanos, rubéola, la parotiditis y la hepatitis b. La mortalidad infantil es de 5,3 niños muertos por mil nacidos vivos y la esperanza de vida es de más de 77 años. También se prestan gratuitamente un conjunto de servicios médicos de avanzada que usualmente en el ámbito internacional no son considerados básicos, como es la atención en salas de terapia intensiva en hospitales pediátricos y de adultos, los servicios de cirugía cardiovascular, servicios de trasplantología, cuidados especiales perinatológicos, el tratamiento de la insuficiencia renal crónica, y los servicios especiales para la rehabilitación física y médica, entre otros.

No fueron tan solo las medidas económicas y sociales el centro de la atención del Estado revolucionario. También lo fueron los esfuerzos dirigidos a establecer la base jurídica interna que posibilitara el ejercicio del derecho a la libre determinación mediante una participación directa de la población en la discusión, análisis y aprobación de las principales leyes del país, donde se destacan la Constitución de 1976, aprobada después por el 97% de los cubanos mayores de 16 años mediante referendo u otras leyes trascendentales como el Código Penal, el Código Civil, el Código de Familia, el Código de la Niñez y la Juventud, el Código Laboral y de Seguridad Social y muchas otras.

De igual forma, la libre determinación del pueblo cubano se expresa en el derecho a defender a la nación frente a la agresión exterior. Hoy más de cuatro millones de cubanos —trabajadores, campesinos y estudiantes universitarios— están organizados en formaciones de milicias y cuentan con las armas en sus áreas de residencia o en sus fábricas y zonas campesinas.

Desde 1959, sin embargo, Cuba ha tenido que hacerle frente a la hostilidad de diez administraciones gobernantes norteamericanas que han pretendido limitarle el derecho de libre determinación mediante agresiones y la imposición unilateral de un criminal bloqueo económico, comercial y financiero.

Es un principio universalmente aceptado de la ley internacional la prohibición de la coacción de un Estado contra otro con el propósito de negarle el ejercicio de sus derechos soberanos. En el artículo 24 de la Carta de las Naciones Unidas se señala que las naciones deberán abstenerse en sus relaciones internacionales de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado.

Durante los últimos 45 años los Estados Unidos han prohibido todo comercio con Cuba, que incluye alimentos y medicinas; cancelaron la cuota cubana de exportación azucarera, con fuertes sanciones, prohibió a sus ciudadanos viajar a la Isla, prohibió la reexportación desde terceros países a Cuba de productos de origen estadounidense que tengan componentes o tecnología norteamericana; proscribió a bancos en terceros países mantener cuentas de Cuba en dólares o utilizar esa divisa en sus transacciones con la nación cubana; han intervenido sistemáticamente para evitar u obstaculizar el comercio y otorgamiento financiamiento o asistencia a Cuba por gobiernos, instituciones y ciudadanos de otros países y organismos internacionales.

Esas represalias obligaron a Cuba a recomponer en la década de los 60 sus relaciones económicas de una manera estructural al verse obligada por las circunstancias y crear todos sus mercados fundamentales en los países de la antigua Europa del Este, principalmente en lo que fue la Unión Soviética, que obligó al país a una reconversión casi total de toda la tecnología industrial, medios de transporte, avituallamientos, etc.

Después que Cuba perdió sus mercados naturales en Europa del Este, el Gobierno norteamericano recrudeció a partir de 1992 sus medidas de bloqueo mediante la Ley Torricelli, bajo el pretexto de la "democracia y los derechos humanos" para prohibir a subsidiarias de empresas estadounidenses, radicadas en terceros países y sujetas a leyes de esas naciones, la realización de operaciones comerciales o financieras con Cuba (sobre todo en alimentos y medicinas), castigar con la prohibición de entrada a puertos norteamericanos, por 180 días, a buques que transporten mercancías hacia o desde Cuba o por cuenta de Cuba, medidas que por su carácter extraterritorial no sólo perjudican a Cuba, sino que laceran la soberanía de otras naciones y la libertad internacional de transportación.

El 12 de marzo de 1996, el Gobierno de Estados Unidos puso en vigor la Ley Helms-Burton que agrava las relaciones entre ambos países y pretende arrogarse el derecho de sancionar a ciudadanos de terceros países ante cortes norteamericanas, a la vez que determinar su expulsión o denegarles la visa de entrada a Estados Unidos, junto a sus parientes más cercanos, con el propósito de entorpecer el esfuerzo que realiza la nación cubana por recuperar su economía y obstaculizar sus posibilidades de lograr una mayor inserción en la economía internacional. De tal manera, pretende presionar a la población cubana para hacerla desistir de su empeño al derecho a la libre determinación.

Y en los años más recientes, han adoptado el Plan Bush que pretende convertir a Cuba en una colonia, mediante un programa anexionista y una sibilina intencionalidad de intervención bajo el pretexto de la "transición", donde el Departamento de Estado encarga a uno de sus dirigentes la responsabilidad de "gobernador" para cuando desaparezca el Estado revolucionario cubano. Este Plan, por el cual George W. Bush decidió "precipitar el día en que Cuba sea un país libre", recrudece el bloqueo y la presión sobre los cubanos, incluso reprime las relaciones familiares de los cubanos residentes en Estados Unidos, entrega millonarios recursos a los grupos terroristas enclavados en Miami, así como a sus mercenarios subordinados a la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana y promueve fórmulas para desestabilizar el país y redoblar la presión internacional sobre la Isla.

Esa hostilidad norteamericana ha tenido otras connotadas manifestaciones de agresión que van desde la agresión militar por Bahía de Cochinos en 1961, la guerra sucia de las bandas contrarrevolucionarias auspiciadas y fuertemente abastecidas militarmente por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, la guerra bacteriológica contra plantaciones agrícolas (caña, tabaco y cítrico), animales (fiebre porcina) y personas (dengue hemorrágico), hasta los planes de sabotajes, bombardeos mediante el uso de avionetas piratas y de atentados contra los principales dirigentes del país.

Es notoriamente público la labor que realizan las organizaciones terroristas en la ejecución de acciones militares contra Cuba desde territorio norteamericano, difundidas y alentadas por los medios de comunicación en Miami, quienes ejercitan un constante reclutamiento de aventureros dispuestos a marchar hacia Cuba como espías y saboteadores y quienes declaran abiertamente que no sienten ningún temor a ser procesados ni condenados por las autoridades estadounidense.

Esa es la causa por la que jóvenes patriotas han tenido que hacer dejación de sus intereses personales para servir a los intereses de la nación, sacrificar incluso a sus familias, e infiltrarse dentro de las filas de esos grupos terroristas para conocer de sus actividades y evitar con esa información el derramamiento de sangre del pueblo cubano y del pueblo norteamericano y estar dispuestos a pagar el precio de la irracionalidad política del Gobierno de Estados Unidos, como sucede hoy con Los Cinco héroes injustamente presos en cárceles norteamericanas por luchar contra el terrorismo.

A ello se suma el fuerte dispositivo militar creado por Estados Unidos alrededor de Cuba y sus constantes actividades que generan tensiones, así como la ocupación ilegal de la Base Naval de Guantánamo en suelo cubano (convertida hoy en una terrorífica prisión), porción territorial arrendada por Cuba por la fuerza a Estados Unidos a principios de siglo y que el Gobierno norteamericano se niega a devolver al pueblo cubano.

A principios de los 90, desaparecida la Unión Soviética, aislada y vilipendiada por la reacción internacional, Cuba soportó el golpe terrible de perder en cuestión de meses el grueso de sus mercados y crecer abruptamente en su producto interno bruto, y probó que brillaba con luz propia y que nunca había sido satélite de nadie, porque pudo soportar esa coyuntura por la extraordinaria prueba de resistencia de la mayoría de la población cubana que ha actuado desde motivaciones auténticas, valores y principios éticos.

La población cubana decidió respaldar consciente y consecuentemente a la conducción política del país, no solamente porque identifican al sistema con su propio interés, sino también por la manera responsable en que el Estado ha asumido la crisis, reorganizó sus fuerzas y ha diseñado una estrategia para buscar las salidas, pese al bloqueo norteamericano y las condicionalidades de sus aliados europeos.

Los sacrificios provocados por esa situación han sido duros, pero han podido ser soportados no solo por los indiscutibles avances sociales logrados, sino también por la confianza depositada en los órganos dirigentes del país y la apreciación de la gente de que su gobierno no era un gobierno decadente ni con crisis en su gestión o carente de estrategias, sino que ha probado que ni aún en las más difíciles circunstancias dejó de tener a la población en el centro de toda su labor.

Han pasado 50 años y el proceso liberador ha llegado hasta aquí en la misma dirección de aquella noche donde Fidel ante la muchedumbre que lo aclamaba en el hasta entonces cuartel general de la tiranía, dijo que quizás en lo adelante todo sería más difícil porque habría que luchar por hacer la Revolución.

Es el reto de esa lucha lo que se mantiene en las actuales circunstancias por desterrar los vicios y enaltecer las virtudes, con el Comandante como soldado de las ideas sirviendo de brújula en la lucha por la libertad y la independencia.

Los enemigos de Cuba apuestan a lo contrario. En este mundo donde la política es una caricatura no pueden entender que esta Revolución en su pensamiento y en su acción es un proceso de continuidad y que el compañero Fidel seguirá siendo el líder de la Revolución de hoy y de mañana, que por encima de cargos y títulos, seguirá siendo el consejero de ideas al que tendremos que acudir siempre, porque Fidel ha logrado trascender la vida política para insertarse como algo íntimo en la vida familiar de la inmensa mayoría de los cubanos.