jueves, enero 01, 2009

Un minuto de silencio

Por: Amelia Ribadeneira / El Telégrafo

“Plomo endurecido”, dos palabras que resumen los asesinatos a cientos de palestinos en la Franja de Gaza. Fueron 400 al amanecer del último día del año. 400 personas, seres humanos, niños, hombres, niñas, mujeres… ¡400! Qué forma tan sangrienta de terminar el 2008. 400 inocentes asesinados por el pueblo elegido de Dios, el pueblo de Jesucristo.

A “la ofensiva de Gaza” nadie se ha atrevido a llamar terrorismo, los poderes mojigatos se esconden en palabras débiles, frágiles como las vidas que se pierden mientras ellos hablan del “cese al fuego”, “ofensiva militar”, “guerra hasta el fin”, “alto al fuego”, “ataques selectivos”… Palabras vacías recogidas por los medios de comunicación que en momentos históricos tan duros, tan inhumanos, tan insoportables como estos, solo se atreven a decir lo que no incomoda, lo que no le incomoda al poder abusivo, expansivo, invasor. Y así se llaman el cuarto poder, los guardianes de la democracia, el contra poder. Me causan risa.

¿Por qué no hablan de asesinatos masivos? ¿De destrucción de ciudades? ¿De invasiones? Hablan de guerra, cuando la guerra solo es posible entre iguales. Los palestinos lanzan cohetes caseros y piedras. Los israelitas lanzan misiles y atacan con aviones caza F16 y helicópteros de ataque de fabricación estadounidense. ¿Eso es guerra? ¿Cohetes y piedras contra misiles, aviones caza F16 y helicópteros de ataque hacen una guerra? No, eso se llama exterminio.

Este lado del mundo, este occidente que supuestamente es la muestra del desarrollo, del pensamiento, de los derechos humanos... fracasa y, para usar sus palabras, fracasa “a gran escala”. Fracasamos como humanidad. Fracasamos porque la muerte es el negocio necesario para las armas, las armas que se deben usar y acabar para dinamizar el mercado.

Fracasamos porque no podemos evitar que suceda. Apenas logramos condenar los ataques, ¡condenar! Como si fuera posible celebrarlos. Qué ridículos podemos llegar a ser. ¡Qué mal estamos!

Esas cinco hermanitas que murieron son el símbolo más aterrador de este exterminio. Sus cuerpos aparecen juntos en esta muerte inmisericorde, mientras sus hermanos niños lanzan piedras a los policías israelíes “vengando” sus crímenes. Son imágenes crueles de la vida, imágenes insoportables que reactivarán el mercado y las cuentas vencidas de los desfalcadores. Saldos rojos de muerte, saldos rojos de infamia, saldos rojos para producir billetes verdes.

¿Qué dicen las iglesias cristianas? ¿Están enmudecidas por la sangre que se derrama, sangre de esos corderos inocentes que no hicieron nada? ¿No harán ceremonias en defensa de esos niños? ¿No van a llamar a sus fieles a rezar ni van a llenar sus iglesias con las imágenes de las cinco hermanitas muertas? Las iglesias solo persiguen mujeres, esa es su razón de ser. Inquisidoras del nuevo siglo. El silencio es inmoral, es un pecado, tanto como la complicidad.

Esas muertes duelen, esas hermanas, esas hijas, esos hombres destrozados en los bombardeos duelen porque son parte de la humanidad. Yo no tengo miedo, lo digo: detengan el exterminio y hagamos un minuto de silencio.