miércoles, octubre 06, 2010

A propósito de la revuelta de los uniformados

Por: Natalia Sierra

1. Un poco de memoria

Hace menos de un mes el gobierno de Alianza País mandó a la policía y al ejército a reprimir la protesta de los mineros artesanales en el sur del país, esté hecho se sumaba a la larga práctica represiva anti popular que el gobierno de la Revolución Ciudadana viene aplicando en el país, desde que tomó posesión en el 2007. Recordemos lo acontecido en Dayuma en diciembre del 2007 cuando la población fue brutalmente reprimida por la policía y el ejército en respuesta a sus legítimas demandas sociales; o la de Azuay y Loja en diciembre del 2008 y enero del 2009 donde los aparatos represivos del estado nuevamente se lanzaron contra la población campesina e indígena que se opone a la nefasta Ley Minera, la cual atenta contra su vida y la de todos los ecuatorianos; la represión de Mayo del 2010 en Quito y otras ciudades del país en contra de los indígenas, campesinos y ecologistas que rechazaban la Ley de Aguas, la misma que da paso a formas camufladas de privatización; la represión contra los maestros de la UNE en el 2009, en el 2010 contra los estudiantes universitarios que rechazan la Ley de Universidades; las amenazas contra cualquier protesta de los trabajadores públicos en contra de la Ley de Servidores Públicos.

Se puede observar con claridad que el gobierno de Alianza País mantiene una continuidad mejorada con la política represiva del Estado ecuatoriano. El ejército y sobre todo la policía siguen jugando su papel histórico, expresado en la Doctrina de Seguridad Nacional, que establecía como función principal, y casi exclusiva, de la institución policial latinoamericana, la represión en contra de la movilización social y popular y de la disidencia política de izquierda. En la Revolución Ciudadana no ha habido cambio alguno en la función policial, institución que ha mantenido su papel represivo en contra de la protesta social, en un contexto político donde además se la ha criminalizado con mucha más fuerza que en gobiernos anteriores. No olvidemos que varios dirigentes populares han sido acusados, y en algunos casos enjuiciados, por “terrorismo, sedición y sabotaje”, política ordenada desde el imperio norteamericano, que se inventó el discurso del terrorismo para justificar las brutales intervenciones militares a pueblos que se resistían a la expansión violenta del capital transnacional. Acordémonos cuando Bush salió con sus ejércitos invasores a masacrar pueblos en nombre de la defensa de la libertad y la democracia, en contra del “terrorismo”. La defensa de la democracia es el mejor argumento para imponer los intereses del capital sobre la vida humana y la naturaleza.

No hay que olvidar que en éste gobierno han sido seriamente atacadas y destruidas conquistas laborales, tanto de los empleados públicos como de los privados, dentro de la mejor versión neoliberal. Que han sido aprobadas leyes anti-populares que atentan, no solo contra el trabajador del campo y de la ciudad, sino contra la naturaleza: como la ley minera, la ley de soberanía alimentaria, la ley de universidades, la ley de servidores públicos, etc. Que este gobierno ha ofendido la dignidad de todos los ecuatorianos con su discurso profundamente racista, con el que ha intentado degradar nuestra matriz cultural andino-indígena. Que ha insultado y ridiculizado a los grupos ecologistas por defender la vida. Que ha traicionado la memoria de todas las generaciones de luchadores populares de la izquierda latinoamericana, usurpando un discurso que lo ha utilizado para encubrir su política antipopular. Que ha impuesto una política autoritaria propia de gobiernos de derecha. Que ha cerrado todos los canales de diálogo y de alianzas con los movimientos sociales organizados.

2. ¿Qué sucedió con la policía?.

Es bueno recordar de donde y por qué nace el aparto policial. Según lo plantea Michel Foucault, lo que la burguesía debía evitar a toda costa “… era la sedición, el pueblo armado, los obreros en la calle, y la calle al asalto del poder. Y la burguesía reconocía en la plebe no proletarizada, en los plebeyos que rechazaban el estatuto de proletarios o los que estaban excluidos de él, la punta de lanza de la insurrección popular.” (Foucault, 1979:59) En función de éste objetivo se trabajó en separar al pueblo proletarizado del pueblo no proletarizado con tres instrumentos: El ejército, la colonización y la prisión. Agregamos al ejército la policía, instituciones que recogían un importante número de campesinos que sobraban en el campo y que no se podían vincular al aparato industrial de la ciudad, los mismos que serán utilizados en contra de los trabajadores. De esta manera se mantuvo y se mantiene una oposición entre el ejército, la policía y los obreros, campesinos e indígenas, que en términos de personas empobrecidas, y no como instituciones, se traduce en una oposición del pueblo contra el pueblo. Esta oposición creada por el poder de la burguesía y administrada por su Estado liberal democrático burgués ha funcionado para mantener el orden social vigente, es decir la explotación del trabajador. Sin embargo, según dice el autor francés, esta oposición que por lo general funciona de manera rentable para la burguesía, en ocasiones se quiebra cuando los soldados o policías se niegan a actuar o disparar (Ibíd). A esta idea, y desde ella, se puede agregar que la estrategia de la burguesía queda sin efecto, al menos momentáneamente, cuando la tropa de la policía o del ejército, decide hacer un paro por demandas laborales, en su calidad de empleados públicos. Creo que esto ocurrió el jueves 30 de septiembre en el país.

Es importante señalar que la población empobrecida que no es cooptada por el ejército o la policía es “absorbida por la prisión y en torno a ella, entre los que van y salen de ella, la burguesía a constituido una barrera ideológica (en relación al crimen, al criminal, al robo, al hampa, a los degenerados, a la sub-humanidad) que en parte está ligada con el racismo.” (Ibíd) Está estrategia del poder divide al pueblo en los “buenos”: respetuosos de la Ley, de la moral, el orden y la democracia y en los “malos”: el pueblo marginal, peligroso inmoral que amenaza a toda la sociedad; de esta manera se consuma la estrategia de poder que fragmenta y divide la lucha popular.

El funcionamiento de los aparatos represivos del estado expresa de forma nítida la lógica de dominación del biopoder, son claras manifestaciones de la racionalidad totalitaria del mundo administrado. ¿Qué significa esto? Una forma de dominación política mediante la cual los seres humanos son regulados y sujetados de forma extrema a los mecanismos disciplinarios de control, de la cual resulta la destrucción de la conciencia del individuo, producto de la sobre dominación del superyó. Estamos hablando de la producción de autómatas que obedecen de forma ciega a la autoridad del Padre, llámese institución policial, gobierno o estado, en la figura caudillista del mando militar o civil. Esta práctica presente en toda la institución estatal y sobre todo de sus aparatos represivos tiene como su doble sombrío, el “padre obsceno”.

¿Qué sucede cuando la autoridad del Padre cae? ¿Qué pasa con esos individuos automatizados que por momentos quedan liberados de la ley a la que deben ciega obediencia, liberados de la voz del superyó que les ordena reprimir al pueblo dentro del marco de la “Ley“ para defender los intereses de los grupos de poder económico y político que les tutelan? ¿Qué pasa cuando la ley cae? Lo evidente, simplemente “enloquecen” y muestran el soporte obsceno de la autoridad legal, ese soporte que el pueblo a quien la policía reprime lo conoce de sobra.

El comportamiento agresivo de la policía es constitutivo de su función represora, los policías son formados o deformados para ejercer fácticamente la violencia del poder burgués. A lo largo de la historia republicana, el pueblo ecuatoriano y latinoamericano ha sufrido la violencia de los aparatos represivos del estado. La violencia de la policía ha sido usada para reprimir las protestas sociales, para reprimir todo aquello que pueda representar un peligro para los intereses de la reproducción de la sociedad capitalista. Cuantos dirigentes político-populares del país y del subcontinente, así como personas sencillas, han sido víctimas de persecución, maltrato, tortura y asesinato perpetrados por el aparato policial y militar. La violencia estatal de la policía ha sido asumida como normal, legal y legítima siempre y cuando se trate de defender el orden social vigente. En estos casos, la violencia de la policía está democrática e institucionalmente reconocida y aceptada por toda la sociedad “democrática”, que se vuelve cómplice del maltrato y la violencia a la que es sometida la población disidente.

La novedad de lo sucedido el jueves 30 de septiembre es que la agresividad policial se volteó y afectó a aquellos que la administran, las víctimas ahora fueron los representantes políticos del estado capitalista, los mismos que sostienen los aparatos represivos. Ahora si la violencia de la policía es desquiciada, absurda, irracional; todos los gobiernos democráticos del occidente capitalista se sorprenden, o hipócritamente fingen sorpresa, alzan la voz de protesta y uno se pregunta porqué no se sorprenden no levantan la voz de protesta cuando el aparato represivo de la policía violenta a los campesinos anti-mineros de todo el continente, o cuando son reprimidos los pueblos indígenas que defienden la vida frente a la destrucción de la naturaleza, etc.

Después de lo acontecido el jueves 30 surge la pregunta ¿qué va a hacer el estado burgués democrático con su “exceso obsceno”, es decir con su núcleo traumático e irracional en torno al cual se articula la razón democrática? Esta interrogante trae a la memoria figuras como las de Noriega, Sadam Husseim, Osama Bin Laden, los combatientes gringos de Vietnam o Irak, todos estos “excesos obscenos” creados por la política norteamericana que luego tuvieron que ser sacrificados para limpiar a la democracia de su “excremento”. Pero en el caso de los aparatos represivos la cosa es más complicada ¿Se sacrifica a más de treinta mil policías que componen la tropa? ¿Se depura la policía? ¿Sé cambia los mandos?, ¿Se suben los sueldos? ¿Sé hacen traslados? ¿Se declara estado de emergencia y los militares asumen el papel de la policía? ¿Se les retiran las armas? ¿Se busca un chivo expiatorio? Al buen estilo de la política burguesa se puede dividir a los policías entre los policías “buenos” obedientes, “democráticos”, leales al poder hegemónico y el grupo de policías “desadaptados”, como ya se dijo, que se insubordinaron en contra la majestad del poder.

Todo esto, y más, se puede hacer, y, de hecho, se está haciendo, pero nada garantiza que los graves conflictos internos que afectan a este aparato estatal y que son inherentes a su naturaleza desaparezcan. Nada evita que los aparatos represivos del estado siga siendo el exceso obsceno de la democracia.

No hay que pasar por alto que la formación y la vida de la policía está llena de “irregularidades” institucionalizadas que contemplan el maltrato, la humillación, la violencia. Zizek sostiene que: “ La vida marcial, por ejemplo, podría ser gobernada tanto por una colección de obscenas reglas no escritas y ritos (golpizas homoeróticas y humillaciones a compañeros más jóvenes) como por reglas oficiales. Esta violenta sexualidad no socava el orden en los cuarteles, su función es un directo soporte libidinal” (Zizek, 1999: 8.). De hecho hay que tomar en cuenta que la formación de la policía implica gozar el cumplimiento de la ley, en otras palabras gozar las prácticas de represión que se ejerce contra la población.

¿¿Cómo se devuelve la dignidad a los policías??.

3. Un espectáculo mediático

El gobierno, a través de la cadena nacional del día jueves 30 de septiembre, hizo correr la información, a nivel nacional e internacional, del supuesto golpe de estado que se llevaba a cabo en contra de su gobierno, orquestado por la derecha opositora del país en contubernio con fuerzas extranjeras. Ante esta afirmación uno tendría que hacerse las siguientes preguntas: ¿Cuál es el interés de dar un golpe de estado a un gobierno que no afecta los intereses de la mayoría de los grupos de poder económico del país, y menos aún de los intereses económicos del gran capital transnacional, sea de la bandera que sea. ¿Para qué se va a desestabilizar un “régimen democrático “que ha logrado pasar políticas antipopulares, igual o mejor que los gobiernos neoliberales que lo antecedieron?, ¿Cuál sería la razón de parar un proceso que gracias a la usurpación del discurso de la izquierda está intentando liquidar la utopía socialista? ¿Por qué terminar con un gobierno que está empeñado en destruir a las organizaciones sociales y populares del país y que ha cooptado a gran parte de la izquierda? No tiene sentido alguno. La mayor parte de los grupos de poder local y la burguesía internacional tienen mucho que agradecer a este gobierno, que lamentablemente ha logrado imponer una línea continuista del modelo económico neoliberal extractivista, con una política de corte autoritario, envuelto en un discurso de izquierda.

Esto sin embargo no quiere decir que no hayan aparecido en la revuelta policial intereses de pequeños grupo oligárquicos mafiosos que intentaron aprovechar la situación, pero de ninguna manera se puede hablar de un golpe de estado preparado por la derecha del país, la cual se encuentra trabajando dentro y con el gobierno actual. Lo que no es posible no mirar y reconocer es la astucia política de Alianza País para capitalizar un hecho eventual.

Repasemos los hechos

a. El día jueves la tropa de la policía amanece con la decisión de llevar adelante una huelga, en su condición de funcionarios estatales, en contra de la Ley de Servidores Públicos que va a ser impuesta por el Ministerio de la Ley; igual como sucedió con otras leyes antipopulares que se han venido aprobando con la complicidad de la Asamblea Legislativa de mayoría gobiernista. Hay que tomar en cuenta que una huelga de la policía no es lo mismo que una huelga de cualquier otro sector social, por la particularidad del trabajo que realizan su paralización trae muchas consecuencias en torno a la seguridad pública, y sobre todo en lo referente a la defensa de la propiedad, que es lo más sagrado para la democracia liberal. A esto se suma que son empleados que tienen bajo su custodia armamento, lo que hace que su protesta sea extremadamente peligrosa. Por último, no es común que el aparato represivo encargado de controlar la disidencia política de izquierda y la protesta social se ponga a protestar.

b. El presidente de la República decide ir a “poner en orden” a la tropa huelguista, cuando eso tenía que hacer el Ministerio del Interior con cualquiera de sus funcionarios, estableciendo una mesa de negociación como se hace en estos casos. No hemos visto al presidente salir cuando los indígenas protestan en contra de la Ley de aguas, o cuando los campesinos salen a las calles en contra de la explotación minería y su Ley, o cuando los maestros se movilizan en rechazo a la Ley de educación, o últimamente cuando los trabajadores públicos protestaban en contra de la misma Ley a la que se oponía la tropa de la policía. Quizás es que los otros sectores sociales no tienen la importancia de la policía, o quizás es que cuando el pueblo sale a protestar el gobierno manda a su aparato represivo policial a reprimirlos y así cree resolver los problemas que su política antipopular provoca. Pero cuando el aparato represivo paraliza ¿a quién se manda a reprimir? ¿Al otro aparato represivo, es decir a la Fuerzas Armadas?? Pero eso es gravísimo para la democracia y la institucionalidad, pues ésta se descubre en su reverso obsceno.

c. Con su acostumbrada prepotencia, el presidente va a enfrenta la revuelta policial sin entender la compleja subjetividad del policía, que ya explicamos en las líneas anteriores. La respuesta de los policías sublevados ante el desafío del “Padre” caído es absolutamente previsible. De hecho, es una suerte para todos que, ante el gesto de poner el pecho a las balas, no haya habido una que responda al despropósito presidencial. Y no es que alguien ciertamente haya querido asesinar al presidente, pero en medio del desajuste psicológico del momento podía ocurrir cualquier cosa. Después de la agresión policial al presidente, esté se refugia en el Hospital de la Policía donde es atendido de sus afectaciones médicas, allí recibe la visita de algunos de sus ministros, realiza una rueda de prensa, declara estado de excepción, permanece comunicado con sus más cercanos y sobre todo permanece en el lugar. Eso de ninguna manera son los signos de un secuestro, lo que si hubo es una retención del mandatario que se fue dando mientras el conflicto subía de tono, cosa que se pudo evitar a través de mecanismos de negociación.

d. Se declara el estado de excepción, se suspende la trasmisión de los canales privados (excepto la radio La Luna) y queda solamente la información del canal público, que comienza a “relatar” los hechos, que como ya lo dijo Walter Benjamín y Foucault, siempre son construidos por el discurso del poder según sus intereses, de ahí que quien tiene el poder sobre el discurso tiene el poder político. Se habla del golpe de estado y se moviliza a la población a defender la democracia y la institucionalidad, así como se pide el respaldo internacional para la misma causa. Todo esto sucedía sin que la “sagrada” institucionalidad democrática corra realmente ningún riesgo, tanto los grupos económico en ascenso con este gobierno, como las transnacionales que con el se benefician no van ha permitir que sus sistema político se vea afectado.

e. Tanto el canal público como radio La Luna que era la única radio que no había acatado el estado de excepción y la cadena nacional, comenzaron convocar a la población de Quito y del país a defender la democracia en el gobierno de Alianza país y a ir hacia el hospital de la Policía Nacional a rescatar al presidente. Si observamos la composición psicológica particular de los miembros de la Policía Nacional, producto del propio carácter de las instituciones represivas y en las circunstancias en las que se encontraban, se podía producir una tragedia humana de proporciones inimaginables, muchísimo mayor de la que ya se dio con la pérdida de las vidas humanas que hoy lamentamos. ¿A que mente se le ocurre convocar a la población a enfrentar a una tropa policial que se encuentra acorralada, sabiendo perfectamente que tenía acceso a armas de fuego?

f. Al final, después de la denuncia de golpe de estado que recorrió el planetario y después de la solidaridad incondicional de los democráticos gobiernos del continente incluido el norteamericanos con el apoyo de los gobiernos europeos, se “rescata” al presidente con la intervención de los grupos de élite de la policía y el ejército. La democracia revive en el país, el mundo liberal aplaude, y la política económica neoliberal con su leyes funcionales queda intacta, y el justo reclamo de los trabajadores públicos se invisibiliza como las otras protestas populares.

Aclaraciones necesarias

Cabe aclarar que de ninguna manera estamos frente a lo sucedido en el Chile de Allende, ni siquiera de lo aconteció con Chávez en el 2002, aquí no hubo intento de golpe de estado ni secuestro, aquí las cosas marchan como tienen que marchar en atención a los intereses económicos del capital mundial.

Si el gobierno de Alianza País fuera realmente un gobierno de izquierda que lucha por las demandas y los intereses de los sectores populares, la derecha nacional e internacional ya hubiese intentado hace rato defenestrarlo, y sería el pueblo organizado quien lo respaldaría porque estaría respaldando a su proyecto revolucionario en contra de la derecha capitalista. Hay que revisar que transformaciones reales ha llevado adelante este gobierno que atente contra las estructuras del poder económico del capital. Ninguna, todo lo contrario se ha fortalecido medidas económicas antipopulares que quieren esconderse detrás de una política populista de subsidios y de una política de desarticulación y desmovilización social.

Algo profundo salió el día de la revuelta, el Ecuador de abajo y de adentro, ese pueblo “malo” “inmoral” “deshonesto”, como lo llama la ideología burguesa, aprovechando la ausencia de la policía salió a saquear.

Queda en mi mente una solo imagen real, la de aquel niñito de siete años que corría con una pelota entre sus pequeñas manos que había “robado” de uno de los tantos almacenes que fueron saqueados, mientras todos mirábamos las imágenes del héroe de un golpe inexistente

Referencias

Foucault, Michel, La Microfísica del Poder, Ed. La Piqueta, Madrid, 1979.

Slavoj Zizek, "Tu Puedes", Extraído de LRB, Vol.21 N. 6, 18 de marzo de 1999.