En Marcha | PCMLE
Hasta cerca del medio día del 30 de septiembre, las declaraciones de los principales voceros gubernamentales hablaban de una protesta protagonizada por un reducido y focalizado grupo de integrantes de la Policía Nacional. Por ese mismo motivo, seguramente, el Presidente Correa debió haber decidido ir, personalmente, a resolver ese foco de descontento y mostrar al país que, a donde él va, pone en orden las cosas… y a las personas.
Pero además, es lógico pensar que el Presidente no se mueve, al menos fuera de Carondelet, sin el consentimiento de su seguridad y de los aparatos de inteligencia. En este caso, esta última debió dar el aval a Correa para su visita a los insurrectos porque, sencillamente, allí no pasaba más que una protesta posible de ser desarticulada. ¿Pero si inteligencia se equivocó? Entonces estamos: a) frente a un aparato de inútiles, incapaces de saber lo que traman sus propios compañeros o, b) visto desde otro lado, debe estar íntegramente tomada por los conspiradores que enviaron al jefe de Estado a la boca del lobo. Entonces la caza de brujas debe empezar en casa.
A nadie se le ha ocurrido esa segunda hipótesis, y menos al Presidente que en ningún momento ha puesto en duda la labor de los mencionados aparatos y, por ello, culpa de la conspiración a personajes de fuera de su entorno.
Bueno, si Correa fue al Regimiento Quito sabiendo que los problemas no eran mayores, entonces ¿el golpe de Estado se fraguó a media mañana, aprovechando la presencia del Presidente? No y sí. No porque los golpes de Estado no se conciben, planifican y ejecutan en cuestión de minutos y menos al calor de una especie de asamblea pública. Pero este golpe de Estado sí se concibió en media mañana… pero en la cabeza de Correa o de alguno de sus asesores.
A medida que la protesta de la tropa policial ganó el apoyo en otras ciudades, e inclusive entre miembros de otras ramas y de sectores populares, el gobierno buscó la forma de desprestigiarlo y para eso acuñó contra él una lapidaria sentencia: buscan el golpe de Estado.
No hay duda, y debe reconocerse, fue una hábil maniobra política en la que el papel de los medios controlados por el gobierno fue fundamental. Desacreditada la protesta, su aislamiento del conjunto de la población descontenta con la política del gobierno resultó más fácil; también se neutralizaron a sectores dispuestos a apoyar esa justa reivindicación pero que dudaron si eran o no utilizados para un intento golpista; y, el gobierno obtuvo el apoyo internacional de instituciones como la OEA, la UNASUR y de gobiernos que van desde, Zarkozy, Obama, pasando por Santos de Colombia, García de Perú hasta llegar a Chávez y Castro. Y una cosa interesante, el imperialismo se solidarizó antes que la UNASUR.
Por donde se mire, los sucesos del 30 de septiembre no tuvieron como elemento inspirador la intención de propinar un golpe de Estado. Fue un movimiento generado por un grupo que alcanzó apoyo en varios sectores pero que no pudo generalizarse porque no estaba organizado, tuvo mucho de espontaneidad. No buscaron tomarse los medios, sus exigencias giraron alrededor de reivindicaciones materiales (económicas) muy puntuales y, fuera de ello, llegaron al pedido de la destitución de la cúpula policial, no más. Por boca del mismo Presidente Correa, las delegaciones que los visitaron en su supuesto cautiverio fueron a solicitarle ayuda, no a pedirle que renuncie, tampoco ninguno de los voceros del movimiento lo pidió.
Correa ganó una batalla propagandística en este aspecto y ha logrado que, sobre todo en el exterior, diversos voceros de la izquierda y de sectores progresistas y de movimientos sociales asuman como cierto su discurso y el Alianza PAIS respecto del intento de golpe de Estado, y han acusado de la conspiración a la derecha y al imperialismo yanqui. Sin embargo aquí, en nuestro país, ¿por qué Correa y sus voceros no dicen nada de los afanes golpistas y conspiradores del gobierno norteamericano y de su embajada? ¿No existe el imperialismo? O como él mismo se ha declarado no ser antiimperialista ni anticapitalista ¿no hay razones por parte de los yanquis para conspirar?