Tomado de El Telégrafo
Una crisis financiera que amenaza convertirse en una reedición del famoso crack de 1929, ha provocado una movilización mundial del capital financiero para contenerla. Una medida ha sido la inyección de $180.000 millones, gestada por la Reserva Federal de EE.UU., el Banco Central Europeo, y los bancos de Japón, Canadá, Inglaterra y Suiza que se suman a una suerte de “salvataje bancario” de aquellas empresas responsables de la bancarrota del sistema hipotecario. Otra, la alianza de republicanos y demócratas para un programa anticrisis que busca frenar la especulación de corto plazo y que el Estado se haga cargo de los “activos fallidos” de la banca.
Hay quienes sostienen que es una crisis mundial dado que afectará también la dinámica económica de China; hay quienes sostienen que expresa el comienzo del desplazamiento de la hegemonía norteamericana a la china. De cualquier modo, tal como en el Ecuador, el “salvataje financiero” se hace a costa del bienestar de la población y de su capacidad de compra, del Estado y de los sectores productivos. Y ello provocará el agravamiento de la recesión económica cuyos efectos serán decisivos para nuestro futuro.
La derecha del NO intenta utilizarlos para golpear al Gobierno de Correa y exigir la profundización del modelo neoliberal. En ese análisis, la baja de los precios del petróleo y otras materias primas, de las remesas de los migrantes y de la contratación de créditos externos, afectarán la política de inversión social del régimen. A la par, vociferan, la política “populista” de Correa pondrá en riesgo la dolarización, miedo favorable al NO.
Más allá de los objetivos inmediatos de los analistas del NO, hay una convicción en que el desarrollo de la actual crisis, conllevaría la perspectiva de efectos similares a los provocados por la crisis de 1929; caída de los precios de los productos de exportación, disminución de las inversiones de capital Norte-Sur en el marco de un debilitamiento general de la integración económica mundial.
Si ello se produjera, el efecto inicial de la crisis sería la drástica disminución de ingresos a nuestras economías, el debilitamiento de programas sociales, incremento del desempleo y de la pobreza crítica, dura batalla por excedentes cada vez más escasos. Después del ‘29 buena parte de los países latinoamericanos se hundieron en una larga crisis de la cual no salieron sino en la posguerra.
Mas, ciertos países –México, los del Cono SUR, quizá Colombia- aprovecharon la “desconexión” con el mercado mundial para forjar procesos de desarrollo industrial que fortalecieron su mercado interno y su soberanía.
En los ‘30 y ‘40 se dieron “revoluciones burguesas” de diferente tipo que implicaron la derrota de las viejas oligarquías, la emergencia de sectores populares que generaron poderosos movimientos de masas y de la izquierda.
La crisis mundial en curso abriría esa posibilidad que se encarnaría en políticas de desarrollo agroindustrial en el interior de la integración –productiva y financiera- de América del Sur, cuya unidad política se ha visto fortalecida con ocasión de la crisis boliviana.
Insistir, entonces, en una óptica puramente “extractivista” sería ya no solo un error sino una estupidez.
Hay quienes sostienen que es una crisis mundial dado que afectará también la dinámica económica de China; hay quienes sostienen que expresa el comienzo del desplazamiento de la hegemonía norteamericana a la china. De cualquier modo, tal como en el Ecuador, el “salvataje financiero” se hace a costa del bienestar de la población y de su capacidad de compra, del Estado y de los sectores productivos. Y ello provocará el agravamiento de la recesión económica cuyos efectos serán decisivos para nuestro futuro.
La derecha del NO intenta utilizarlos para golpear al Gobierno de Correa y exigir la profundización del modelo neoliberal. En ese análisis, la baja de los precios del petróleo y otras materias primas, de las remesas de los migrantes y de la contratación de créditos externos, afectarán la política de inversión social del régimen. A la par, vociferan, la política “populista” de Correa pondrá en riesgo la dolarización, miedo favorable al NO.
Más allá de los objetivos inmediatos de los analistas del NO, hay una convicción en que el desarrollo de la actual crisis, conllevaría la perspectiva de efectos similares a los provocados por la crisis de 1929; caída de los precios de los productos de exportación, disminución de las inversiones de capital Norte-Sur en el marco de un debilitamiento general de la integración económica mundial.
Si ello se produjera, el efecto inicial de la crisis sería la drástica disminución de ingresos a nuestras economías, el debilitamiento de programas sociales, incremento del desempleo y de la pobreza crítica, dura batalla por excedentes cada vez más escasos. Después del ‘29 buena parte de los países latinoamericanos se hundieron en una larga crisis de la cual no salieron sino en la posguerra.
Mas, ciertos países –México, los del Cono SUR, quizá Colombia- aprovecharon la “desconexión” con el mercado mundial para forjar procesos de desarrollo industrial que fortalecieron su mercado interno y su soberanía.
En los ‘30 y ‘40 se dieron “revoluciones burguesas” de diferente tipo que implicaron la derrota de las viejas oligarquías, la emergencia de sectores populares que generaron poderosos movimientos de masas y de la izquierda.
La crisis mundial en curso abriría esa posibilidad que se encarnaría en políticas de desarrollo agroindustrial en el interior de la integración –productiva y financiera- de América del Sur, cuya unidad política se ha visto fortalecida con ocasión de la crisis boliviana.
Insistir, entonces, en una óptica puramente “extractivista” sería ya no solo un error sino una estupidez.