Está claro seguramente para la mayoría de los/las lectores que la Constitución del 98 representó uno de los más grandes atracos de nuestra vida republicana. Significó la implementació n de un modelo económico “el neoliberalismo” por “vía constitucional” que trajo consigo la privatización de los sectores estratégicos del estado, el achicamiento del estado, la sumisión del país a las cartas de intención que nuestro Ecuador firmaba cada tanto con los organismos internacionales. En el caso de la educación y la salud la idea consistía (desde el punto de vista del neoliberalismo) en que los mismos dejen de ser derechos de la población y pasen a ser servicios que podían ser provistos por el Estado o por las empresas privadas, en lo que los neoliberales han llamado la libre competencia o el gran protagonismo del mercado por sobre los Estados y las economías nacionales.
La Constitución del 98 en el caso de la educación superior permitió el fortalecimiento de las universidades particulares, muestra de aquello es que en el Ecuador en los últimos 10 años se crearon 24 universidades particulares, y en el mismo tiempo únicamente se crearon 6 públicas.
¡Somos el único país que financia universidades privadas con fondos públicos!, si como lo lee, el Estado les entrega a 9 universidades particulares el 10% del presupuesto total del sistema de Educación Superior, y no solo eso, sino que hasta hace muy poco las universidades particulares se beneficiaban del 62% de la donaciones del impuesto a la renta, aquello fue eliminado sensatamente por la Asamblea Constituyente.
Se implementó en algunas universidades un sistema inequitativo de ingreso a partir de un examen, que no hizo más que restringir el acceso de los/las más pobres a los centros de educación superior. Además de un solo plumazo, los asambleístas del 98, nos arrebataron la gratuidad de la universidad, generando un sistema de aranceles que hoy en algunas universidades del país se transformó en las carreras autofinanciadas, en cobros hasta “por el aire que se respira”. En nuestro país solamente uno de cada 10 bachilleres puede ingresar a las universidades del país; tenemos una de las tasas de matriculación universitaria más baja de América Latina.
Estamos a las puertas de aprobar un texto constitucional que nos permite recuperar la Universidad Pública para los pueblos, para los más pobres. El recuperar la gratuidad de la universidad es razón suficiente para votar favorablemente el 28 de Septiembre; y es que el consagrar la gratuidad implica reconocer sobre todo el derecho que tenemos los/las jóvenes de poder ingresar a los centros de educación superior.
Se redactan además derechos fundamentales de la Universidad Pública como: las pre asignaciones, es decir el constitucionalizar las rentas tanto para la Universidad así como para la ciencia y la tecnología; por primera vez de las 19 Constituciones que ha tenido nuestro país se eleva a norma constitucional el Cogobierno; se propone un sistema de nivelación y admisión que democratice el ingreso de la juventud, que termine con las inequidades que se crean en el Sistema de Educación Nacional.
Esta constitución le hace una apuesta fuerte a recuperar la educación pública para la juventud ecuatoriana, a partir de ello, una Universidad Pública donde se forjen las soluciones para los problemas nacionales, para las necesidades del país.
La propuesta de Constitución que se encuentra en debate en estos días en el Ecuador, contó con la participación de los/las estudiantes universitarios para su redacción; empezamos a escribirla desde el mismo momento de aprobada “si alguna vez se aprobó” la Constitución del 98. Fuimos los/las estudiantes la fuerza que combatió en todos los ámbitos por defender la Universidad Pública para los pueblos; quienes no hemos permitido la completa intervención del neoliberalismo y sus voceros en nuestras universidades. Somos quienes hemos defendido la Autonomía cuando fuimos reprimidos por los gobiernos de turno. Esta constitución sin duda lleva la voz de miles y miles de jóvenes que luchamos día a día por un Ecuador solidario, justo y equitativo.