Por cuatro ocasiones seguidas la derecha ha sufrido duras derrotas; la del 28 de septiembre tiene connotaciones ideológicas y políticas trascendentes. El pueblo votó para echar al tacho la Constitución neoliberal con la que la burguesía y el imperialismo se festinaron los recursos del estado y el pueblo, privatizaron las empresas estatales, dejaron sin presupuesto al sector social (educación, salud, vivienda), pisotearon la soberanía nacional…
Su campaña de mentiras y engaños no produjo los resultados por ella esperada. La oligarquía creyó que introduciendo en el debate temas como la supuesta aprobación constitucional al matrimonio gay o al aborto, lograría el alejamiento de las masas del proyecto político de cambio en curso, mas, se produjo un efecto bumeran, pues, quienes levantaron la campaña por el No terminan ésta más desprestigiados que cuando la iniciaron.
No solo actuaron contra corriente, lo hicieron también con elementos descalificados y débiles políticamente: Nebot, cuyo liderazgo no va más allá de la provincia de Guayas; Lucio Gutiérrez, marcado por el desprestigio de encabezar un gobierno corrupto y entregado a la oligarquía y al imperialismo; la Democracia Cristiana, sobre la cual pende la sombra del corrupto Jamil Mahuad; Álvaro Noboa, conocido como oligarca evasor de impuestos.
Conocedores de su desprestigio, en muchos casos canalizaron su actividad a través de supuestos movimientos independientes e inclusive pretendieron manipular el anhelo de cambio existente en el pueblo, acuñando la idea que “el cambio no es por ahí”.
Mañosa y peligrosamente, Nebot una vez más tomó como elemento de agitación política la idea de la supuesta confabulación de todos contra Guayaquil, para exacerbar un criminal regionalismo tendiente a crear condiciones para materializar su proyecto separatista.
Punto aparte merece el análisis del comportamiento de las cúpulas de las Iglesias (católica y evangélica). Éstas apostaron al sentimiento religioso para orientar el sufragio popular a favor de la derecha. Arregui y su grupo salen de este proceso desprestigiados, identificados como defensores de los intereses de las clases dominantes, signados como un grupo que no tiene empacho en mentir y engañar al pueblo para preservar sus intereses y los de las clases dominantes.
En general el discurso de la derecha acudió al anticomunismo, a crear miedo entre los ecuatorianos sobre supuestas expropiaciones a pequeñas propiedades de campesinos, artesanos o profesionales medios; jugó a crear miedo e incertidumbre en torno a un futuro del país con más desempleo, con una economía en quiebra por falta de inversiones extranjeras y el abandono de la dolarización.
Sin duda, un puntal para la acción de la derecha fueron los grandes medios de comunicación. Periódicos como El Universo, el Comercio, La Hora, Expreso, Hoy, El Tiempo; todas las cadenas nacionales de televisión (excepto RTU); emisoras radiales estuvieron abiertamente al servicio de la derecha, cumpliendo el papel de difusoras de toda la basura reaccionaria y anticomunista ideada por la derecha. Todos ellos forman parte del cartel de perdedores. Su credibilidad está por los suelos.
La mentira, el anticomunismo, el chantaje, la manipulación de la fe religiosa chocaron con un anhelo de cambio que se mostró más firme y fuerte que todas las maquinaciones burguesas.
Su campaña de mentiras y engaños no produjo los resultados por ella esperada. La oligarquía creyó que introduciendo en el debate temas como la supuesta aprobación constitucional al matrimonio gay o al aborto, lograría el alejamiento de las masas del proyecto político de cambio en curso, mas, se produjo un efecto bumeran, pues, quienes levantaron la campaña por el No terminan ésta más desprestigiados que cuando la iniciaron.
No solo actuaron contra corriente, lo hicieron también con elementos descalificados y débiles políticamente: Nebot, cuyo liderazgo no va más allá de la provincia de Guayas; Lucio Gutiérrez, marcado por el desprestigio de encabezar un gobierno corrupto y entregado a la oligarquía y al imperialismo; la Democracia Cristiana, sobre la cual pende la sombra del corrupto Jamil Mahuad; Álvaro Noboa, conocido como oligarca evasor de impuestos.
Conocedores de su desprestigio, en muchos casos canalizaron su actividad a través de supuestos movimientos independientes e inclusive pretendieron manipular el anhelo de cambio existente en el pueblo, acuñando la idea que “el cambio no es por ahí”.
Mañosa y peligrosamente, Nebot una vez más tomó como elemento de agitación política la idea de la supuesta confabulación de todos contra Guayaquil, para exacerbar un criminal regionalismo tendiente a crear condiciones para materializar su proyecto separatista.
Punto aparte merece el análisis del comportamiento de las cúpulas de las Iglesias (católica y evangélica). Éstas apostaron al sentimiento religioso para orientar el sufragio popular a favor de la derecha. Arregui y su grupo salen de este proceso desprestigiados, identificados como defensores de los intereses de las clases dominantes, signados como un grupo que no tiene empacho en mentir y engañar al pueblo para preservar sus intereses y los de las clases dominantes.
En general el discurso de la derecha acudió al anticomunismo, a crear miedo entre los ecuatorianos sobre supuestas expropiaciones a pequeñas propiedades de campesinos, artesanos o profesionales medios; jugó a crear miedo e incertidumbre en torno a un futuro del país con más desempleo, con una economía en quiebra por falta de inversiones extranjeras y el abandono de la dolarización.
Sin duda, un puntal para la acción de la derecha fueron los grandes medios de comunicación. Periódicos como El Universo, el Comercio, La Hora, Expreso, Hoy, El Tiempo; todas las cadenas nacionales de televisión (excepto RTU); emisoras radiales estuvieron abiertamente al servicio de la derecha, cumpliendo el papel de difusoras de toda la basura reaccionaria y anticomunista ideada por la derecha. Todos ellos forman parte del cartel de perdedores. Su credibilidad está por los suelos.
La mentira, el anticomunismo, el chantaje, la manipulación de la fe religiosa chocaron con un anhelo de cambio que se mostró más firme y fuerte que todas las maquinaciones burguesas.