El anhelo de cambio es un sentimiento que se ha afirmado en la conciencia de los trabajadores y pueblos del Ecuador al cabo de años de lucha, de acción en contra de la explotación oligárquica y la dominación extranjera. Por supuesto, de ello no solo las fuerzas revolucionarias y progresista son concientes, también lo son la burguesía y el imperialismo.
Y así como en el pasado las fuerzas de derecha han sabido aprovecharse de ese estado anímico de nuestro pueblo, y con un discurso demagógico han sido capaces de capitalizarlo para su beneficio, ahora, de cara al referéndum del 28 de septiembre, la oligarquía procura también actuar sobre ese sentimiento.
Se advierte al respecto la utilización de dos elementos políticos. Uno, el que dice coincidir con la necesidad de ir a un cambio en la sociedad ecuatoriana, pero distinto al que las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierda plantean en el texto de la nueva Constitución; y, otro, íntimamente ligado y complementario al primero, orientado a crear miedo en la población respecto de lo que la nueva Constitución depara para el país y los ecuatorianos.
No es nuevo el discurso del miedo. La burguesía internacional y el imperialismo tienen experiencia en su utilización. Crearon miedo en el mundo (infundado, por supuesto) respecto del peligro que las armas químicas que supuestamente poseía Saldan Hussein, con lo que justificaron la invasión a Irak para aprovecharse de sus recursos petroleros; antes crearon el fantasma de Osama Bin Laden que justificó la invasión a Afganistán. Campañas de ese tipo también se han desarrollado en nuestro país, como las que sobredimensionan temas como la inseguridad para justificar el equipamiento o formación de nuevos aparatos represivos.
Ahora la burguesía ha articulado un discurso que pinta un futuro casi apocalíptico para el país. De aprobarse la nueva Constitución –dicen- los problemas sociales y económicos se agudizarían: más desempleo, quiebra del IESS, déficit presupuestario, incremento del costo de la vida, fin de la democracia, dictadura, etc. etc. Aspiran por ese medio el pueblo se resigne o prefiera seguir en un país que no ofrece ninguna esperanza de progreso y bienestar para los trabajadores.
Sin embargo, no es fácil para la oligarquía cosechar el fruto esperado, pues, está viva en la conciencia del pueblo la responsabilidad de la oligarquía en el atraso y la pobreza de los trabajadores y pueblos del Ecuador. El discurso del miedo será derrotado el 28 de septiembre como expresión del deseo ferviente de los trabajadores y el pueblo de que las cosas cambien.
Y así como en el pasado las fuerzas de derecha han sabido aprovecharse de ese estado anímico de nuestro pueblo, y con un discurso demagógico han sido capaces de capitalizarlo para su beneficio, ahora, de cara al referéndum del 28 de septiembre, la oligarquía procura también actuar sobre ese sentimiento.
Se advierte al respecto la utilización de dos elementos políticos. Uno, el que dice coincidir con la necesidad de ir a un cambio en la sociedad ecuatoriana, pero distinto al que las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierda plantean en el texto de la nueva Constitución; y, otro, íntimamente ligado y complementario al primero, orientado a crear miedo en la población respecto de lo que la nueva Constitución depara para el país y los ecuatorianos.
No es nuevo el discurso del miedo. La burguesía internacional y el imperialismo tienen experiencia en su utilización. Crearon miedo en el mundo (infundado, por supuesto) respecto del peligro que las armas químicas que supuestamente poseía Saldan Hussein, con lo que justificaron la invasión a Irak para aprovecharse de sus recursos petroleros; antes crearon el fantasma de Osama Bin Laden que justificó la invasión a Afganistán. Campañas de ese tipo también se han desarrollado en nuestro país, como las que sobredimensionan temas como la inseguridad para justificar el equipamiento o formación de nuevos aparatos represivos.
Ahora la burguesía ha articulado un discurso que pinta un futuro casi apocalíptico para el país. De aprobarse la nueva Constitución –dicen- los problemas sociales y económicos se agudizarían: más desempleo, quiebra del IESS, déficit presupuestario, incremento del costo de la vida, fin de la democracia, dictadura, etc. etc. Aspiran por ese medio el pueblo se resigne o prefiera seguir en un país que no ofrece ninguna esperanza de progreso y bienestar para los trabajadores.
Sin embargo, no es fácil para la oligarquía cosechar el fruto esperado, pues, está viva en la conciencia del pueblo la responsabilidad de la oligarquía en el atraso y la pobreza de los trabajadores y pueblos del Ecuador. El discurso del miedo será derrotado el 28 de septiembre como expresión del deseo ferviente de los trabajadores y el pueblo de que las cosas cambien.