Editorial del semanario En Marcha
La pérdida de espacios políticos por parte de las fuerzas del gobierno es una realidad y un acontecimiento que preocupa sobremanera en las altas esferas. A tal nivel llega el asunto que, el día anterior a la designación de nuevas autoridades legislativas, el Presidente Correa amenazó –una vez más- con ejecutar la muerte cruzada si la oposición tomaba la dirección de la Asamblea, sentencia que no hace más que ratificar la conducta antidemocrática de Rafael Correa.
Con trampas y comprando el voto de algunos asambleísta el correismo pudo mantener la presidencia del parlamento, al tiempo que dejó en el limbo la elección de las dos vicepresidencias, seguramente hasta comprar otro asambleísta con el que puedan hacer mayoría. De bloque parlamentario que dominaba con holgura el recinto legislativo, ahora PAIS alcanza a reunir 60 de 124 asambleístas, incluyendo a quienes ha comprado en el camino en estos últimos meses. Varios integrantes de su bloque han abandonado sus filas denunciando actos de corrupción, presiones, chantajes y establecimiento de un sistema antidemocrático en el que se impone la voluntad omnímoda de Correa. El desgrane del correismo inició en Montecristi con Alberto Acosta, siguió con Betty Amores, María Paula Romo, Washington Cruz y otros hasta la salida –hasta el momento- de César Rodríguez. A ellos deben sumarse ministros y funcionarios de Estado. Casi todos personas que cumplieron altos cargos de responsabilidad al interior de PAIS.
Siendo eso grave para el gobierno, no es lo peor. Lo más complicado es la pérdida de respaldo popular que se evidenció en la consulta del 7 de mayo, en la que solo 4 de cada 10 ecuatorianos votaron a favor de las tesis del gobierno. En estos días hay otro indicador del repudio que genera la gestión gubernamental; más del 70% de ecuatorianos está en contra de la sanción al periodista Emilio Palacio y lo hacen por considerar que el gobierno pisotea el derecho a la libre opinión que todos tenemos.
Esos y otros elementos confirman que en el Ecuador existe una nueva correlación de fuerzas sociales y políticas. Las cosas para el correismo son cada vez más difíciles, mientras aumenta la disposición en el pueblo para luchar por sus derechos y aspiraciones que son mancillados.