Por: Guido Proaño A. | Opción
Bastante se ha escrito en estos días respecto de lo que dicen los resultados de la consulta popular del pasado 7 de mayo y sobre las implicaciones que de ellos se derivan, mas, dentro de todo lo que se ha dicho, hay un elemento sobre el que la reflexión nunca será excesiva: ¿qué papel deben cumplir las organizaciones de izquierda en la coyuntura actual?
El punto tiene relevancia puesto que tras el 7 de mayo el tablero político del país experimentó notables variaciones. No es el propósito en esta ocasión analizar ese fenómeno, pero destacamos dos elementos que, para efectos de este material, son trascendentes: 1. La pérdida del mayoritario apoyo popular que acompañó a Correa desde que inició su primer mandato presidencial. 2. La germinación de un proceso de unidad entre organizaciones políticas de izquierda que se oponen al correísmo.
Aspectos de enorme incidencia en un escenario político en el que se afirman condicionantes ya existentes y aparecen y se desarrollan otros que favorecen al accionar de las fuerzas de izquierda.
De manera imbricada están el tema del anhelo de cambio existente entre la mayoría de ecuatorianos, la disminución del apoyo popular al gobierno y la recuperación de espacios por parte de la izquierda. La derechización de Correa no ha provocado frustración o desencanto en términos de pérdida de confianza en la posibilidad de alcanzar la transformación social, descartando por supuesto que se la logre en el contexto del actual gobierno. Una importante franja de la población no regresa su mirada al pasado en busca de una alternativa para ello, cree que se encuentra en una opción política progresista novedosa, y aunque ésta aún no es descubierta –porque todavía está en proceso de construcción- su búsqueda es una constante, lo que es un factor político significativo porque su tendencia es al crecimiento.
¿Quién es capaz de capitalizar el descontento existente entre los que apoyaron a Correa porque creyeron que en realidad llevaría a cabo un proceso de transformación radical de la sociedad ecuatoriana y que pondría fin a décadas de dominación oligárquica? ¿Quién puede erigirse como opción política para aquellos que votaron por Correa porque aspiraban a un cambio, aunque su perspectiva no rebasase los límites de la misma institucionalidad capitalista?
En el primer caso, solo la izquierda puede cubrir sus expectativas; en el segundo, es un sector que a la izquierda le toca disputar con las posiciones “centristas” –es decir, con la derecha solapada- y con la derecha abierta, esta última que, por cierto, continúa disminuida aunque hace esfuerzos para recuperar presencia política, para lo que aprovecha las posturas antidemocráticas del gobierno.
Por eso afirmamos que es un muy buen momento para la izquierda, para que se convierta en el referente político que los pueblos del Ecuador buscan. Eso no depende únicamente de que las condiciones políticas del país sean favorables en mayor o menor medida, obedece también a lo que sea capaz de hacer en una circunstancia específica que merece una respuesta, igualmente, específica.
La izquierda debe mostrar que tiene capacidad y fuerza para articular un proyecto político que lleve al país a un verdadero cambio. No parte de cero, tiene un acumulado político, una base social y una influencia sobre sectores populares que han jugado roles protagónicos en momentos trascendentes para la vida del país y que, sin exageración alguna, fueron factor determinante para el triunfo de Correa en las dos elecciones presidenciales. Esa fortaleza se multiplica ahora que está en curso un esfuerzo unitario entre el Movimiento Popular Democrático, Pachakutik, Montecristi Vive, Participación y la Corriente Socialista Revolucionaria que trabajan por constituir una instancia de unidad. Si se hacen bien las cosas, esta unidad podría convertirse en ese referente político buscado por los sectores populares que entienden que un auténtico cambio no puede venir si no es engendrado en la izquierda y con amplia participación popular.
El proceso de unidad se halla en una etapa crucial: la definición programática. No se trata de sumar una veintena de puntos o reivindicaciones económico-sociales, la propuesta de la izquierda debe ser integral, que dé respuesta a los fenómenos y momentos nuevos presentes en la actualidad, que plantee soluciones a mediano y largo plazo.
Un frente electoral de izquierdas es indispensable, pero no debe ser la única expresión de su quehacer político unitario, hay que extenderlo al trabajo que se desarrolla en los distintos frentes sociales, en las organizaciones populares, para construir una fuerza social cuya fortaleza radique en la comunidad de objetivos políticos y en la unidad de acción para materializarlos.