El encuentro nacional de los movimientos sociales realizado en Quito el 9 de agosto, ha despertado el optimismo de grandes sectores que comprenden la derechización sin retorno del gobierno y saben, por experiencia propia y ajena, que la unidad y la lucha directa es indispensable cuando se enfrenta al autoritarismo del capital y se defienden los derechos del pueblo trabajador.
Hay varias señas de la superioridad del proceso unitario actual frente a esfuerzos de acercamiento anteriores, especialmente en los últimos años. Podemos encontrar que, en el plano ideológico, hay un acuerdo colectivo en que el Sumak Kawsay y la Patria Nueva no son posibles en el marco del capitalismo, diferencia radical con las propuestas del gobierno y su Presidente que, según sus propias palabras, no es anticapitalista ni antiimperialista. Cierto es que queda entonces por debatir como construir y cuáles son las características de esa nueva sociedad que en términos muy amplios se propone como postcapitalista o, en términos más precisos, como socialista, pero tener esta visión común da paso a un debate profundo, original, ligado a la lucha diaria.
Se ha superado entonces, el mito neoliberal que decía que habíamos llegado al “fin de la historia y de las ideologías” y que el socialismo no era posible. El movimiento popular ecuatoriano ha respondido que el socialismo no solo es posible sino que es necesario y se compromete en la lucha contra el sistema anticapitalista. De allí que Correa, a pesar de confesarse en palabras y hechos como enemigo de la organización popular independiente de las estructuras del Estado, no es el problema central sino un mero ejecutor de las determinaciones del capital transnacional y de grupos monopólicos del país. Esos determinantes, es decir el dominio del capital, es el verdadero problema a ser superado.
Con esta comprensión, las organizaciones de carácter nacional o local se están definiendo abiertamente como de izquierda y no repiten el pasado error de varios de pretender mantener a los partidos y organizaciones políticas de izquierda alejados, sino que, manteniendo las características propias de las organizaciones sociales y populares, saludan la cercanía de esos partidos y se plantean la necesidad de unidad entre la izquierda social y la izquierda política, si se quiere utilizar esa división realizada por varios autores del continente, aunque en los hechos no existen límites sólidos entre las dos esferas de accionar por la transformación de la realidad de explotación y opresión.
Este es un paso político trascendental que se enriquece de la diversidad. Cada organización, hombres y mujeres, pueblos y nacionalidades, aportaron y aportan continuamente para definir las características de lo que es ser de izquierda y anti capitalista en nuestro país y en esta coyuntura. Automáticamente, esas definiciones de principios marcan una distancia enorme con Correa y su “revolución ciudadana”, así como lo hacen frente a la derecha neoliberal. Así se orienta la construcción de una plataforma común y se refuerza el llamado a la unidad resaltando la interconexión de luchas que en la forma son parciales, pero que enfrentan a las transnacionales, al extractivismo, al autoritarismo, al colonialismo y la opresión patriarcal.
Estos avances, se reflejan en la manera en la que se empujó el debate en un plano fraterno y de mutuo respeto. Esta es también una diferencia con otros procesos, pues prácticamente no hubo discusión sobre el pasado, sobre críticas de unos a otros, sino que la mirada estuvo en el presente y el futuro de la organización popular, de la izquierda y de la lucha por una verdadera revolución social. Pero además el debate tuvo un nivel de profundidad que permitía ver como la actual dirigencia del movimiento popular, en el cual hay mucha juventud, gana en madurez ideológica y política. Aquí los y las dirigentes populares se califican de una manera muy distinta a la visión tecnocrática de la meritocracia que impulsa el gobierno, cerrándola a posesión de títulos universitarios y como elemento de la competencia entre individuos.
El espíritu unitario de la reunión se expresó también en la solidaridad abierta y sincera a todos los luchadores y luchadoras por la vida que ahora están criminalizados por el gobierno. De manera especial, el abrazo fraterno a Marcelo Rivera, detenido por defender la educación pública, y a defensores de agua comunitaria en Azuay encabezados por Carlos Pérez, que ese mismo día eran sancionados en una Corte de In-justicia, demostraba que la solidaridad está presente junto a la determinación de no dejarse amedrentar por el régimen y su uso de normas penales originadas en pasadas dictaduras.
Queda entonces la convicción de que la mayoría del movimiento popular está en condiciones de unificarse, actuar juntos en la misma dirección y constituirse en motor de grandes cambios, sabiendo que junto a las organizaciones de izquierda habrá que utilizar todos los espacios y mecanismos para defender los derechos del pueblo y la naturaleza. Queda la alegría de volvernos a encontrar, de tener una reunión de este tipo “a los años”, según palabras de algunos participantes, de saber que las convocatorias a la acción tendrán eco multiplicador.
Tal y como se lo dijo, lo importante en lo inmediato es que las bases de las organizaciones conozcan de estos pasos, se comprometan con ellos, amplíen el debate teórico y, por supuesto, juntos, procurar atraer a los sectores que se mantienen confundidos y todavía dan el apoyo al gobierno, aunque claramente con dudas crecientes y con debilitamiento de los mecanismos clientelares empleados en estos años.
Al día siguiente, el Presidente Correa presentó su informe a la Asamblea donde no hizo más que ratificar su línea de derecha, pero esa ya es otra historia. Lo importante es que sus diferencias con el movimiento popular son radicales, irreconciliables y cada vez más claras. Cada quién está llamado a tomar posiciones entre las fracciones de la burguesía o en el campo popular, en donde estaremos las mayorías rescatando el manifiesto de este Encuentro Nacional que demostró avances y marca muchos más desafíos.