Por: Alejandro Nadal Periodico La jornada De Mejico
La mejor metáfora de la crisis está en el derrame de petróleo en el Golfo de México. En las profundidades del mar se desplazan gigantescos ríos submarinos de crudo, amenaza invisible que tarde o temprano, al igual que los activos tóxicos, llegará a la superficie.
British Petroleum, la compañía que se ufanaba de estar a la vanguardia de la tecnología de perforación submarina, es como Goldman Sachs, la firma de Wall Street que estuvo siempre en la frontera de la innovación financiera. Ambas mintieron, ocultaron y especularon con una confianza prefabricada artificialmente entre el público.
Los derivados puestos en circulación por Goldman Sachs colocaron los activos chatarra en las hojas de balance de instituciones financieras en todo el mundo. El derrame de BP no tiene fronteras. Y los accidentes industriales en sus instalaciones configuran una larga lista. Incluye la explosión en la refinería en Texas City en 2005 (15 muertes). Al igual que el sector financiero, BP y las grandes corporaciones petroleras han estado trabajando al amparo de la desregulación aplicada por el dúo Bush-Cheney: nosotros sabemos lo que estamos haciendo.
El derrame de BP contamina ecosistemas del Golfo de México y pronto entrarán en la corriente del golfo. Al igual que los activos tóxicos, acabará por llegar a las costas de Europa.
Tanto Goldman Sachs como BP han mentido una y otra vez sobre los efectos negativos de sus actos. Goldman Sachs ayudó a disfrazar el monto de la deuda griega y en el fondo del mar de cifras de los mercados financieros yace oculta la amenaza de más activos tóxicos. Por su parte, British Petroleum ha buscado engañar a la opinión pública sobre el volumen de crudo que escapa sin control desde que explotó la plataforma Deepwater Horizon.
No tenemos ninguna falla en la administración de nuestras instalaciones, dijo antes de ayer en el Senado el gerente general de BP en Estados Unidos. Extraordinaria declaración: 11 trabajadores muertos en la explosión y el peor desastre ambiental en la sucia historia de la industria petrolera y ¿no hay nada malo con la administración? Cara dura.
Goldman Sachs ha recibido sumas astronómicas para reactivar sus actividades desde que comenzó la crisis. Y debe sorprender a nadie. Esta firma ha recibido el sobrenombre de Government Sachs por la cantidad de ejecutivos que han salido de sus oficinas para ocupar altos puestos en Washington (Robert Rubin, Henry Paulson, por mencionar los más notorios).
Lo que el sector financiero ha hecho con los recursos fiscales recibidos es algo que muy pocos conocen. Y aquí también hay otro punto de comparación con el manejo que hace British Petroleum de su imagen. BP ha informado al gobierno estadunidense que ha usado 400 mil galones (1.5 millones de litros) de un dispersante químico llamado Corexit, fabricado por la compañía Nalco, cuyo consejo de administración incluye a ejecutivos de Exxon y de British Petroleum. El secreto a voces en Houston es que Corexit es un dispersante que fabrica la industria petrolera para vendérsela a sí misma. BP ha anunciado que ya compró otros 850 mil galones (3.2 millones de litros) de Corexit.
Según la Agencia Federal de Protección del Medio Ambiente (EPA), el Corexit es uno de los dispersantes más tóxicos y menos eficientes para enfrentar derrames de crudo como el de las costas de Luisiana. La realidad es que mientras los dispersantes ayudan a mantener las capas de crudo lejos de las playas y humedales, tienen efectos a largo plazo sobre los ecosistemas y la fauna marina. Cuando se usó el Corexit en el derrame del Exxon Valdez, varios voluntarios sufrieron infecciones y problemas de salud. Pero todo eso es irrelevante: BP necesita evitar a toda costa que la capa de petróleo suba a la superficie y manche su imagen. “Beyond Petroleum’’ (Más allá del petróleo), se anunciaba hace poco la compañía.
British Petroleum anuncia todos los días que se han desplegado cientos de miles de metros de barreras protectoras, que hay 400 barcos en operación y miles de trabajadores. Pero la historia de los derrames de petróleo enseña que en el mejor de los casos sólo se ha podido recuperar el 10 por ciento del crudo. Y este desastre es único por tratarse de un pozo a gran profundidad, dos factores que cambian todo. El derrame puede durar semanas o meses.
Todos los días aparecen nuevos titulares sobre los avances de BP en el control del derrame, sólo para ser desmentidos al día siguiente en una noticia escondida en las páginas interiores de los diarios. Algo parecido ocurre con la crisis económica: estamos viviendo la crisis económica y financiera más fuerte en 70 años. Quizás estamos entrando en la fase más peligrosa de la crisis. Pero gobiernos y corporaciones afirman que ha comenzado la recuperación.
Los medios electrónicos gustan afirmar en su propaganda que una imagen vale más que mil palabras. En verdad, las imágenes mucho ocultan. En su contorno desfila el mundo aparente, pero las causas y las consecuencias están ausentes. En la apariencia está la mentira.
Los derivados puestos en circulación por Goldman Sachs colocaron los activos chatarra en las hojas de balance de instituciones financieras en todo el mundo. El derrame de BP no tiene fronteras. Y los accidentes industriales en sus instalaciones configuran una larga lista. Incluye la explosión en la refinería en Texas City en 2005 (15 muertes). Al igual que el sector financiero, BP y las grandes corporaciones petroleras han estado trabajando al amparo de la desregulación aplicada por el dúo Bush-Cheney: nosotros sabemos lo que estamos haciendo.
El derrame de BP contamina ecosistemas del Golfo de México y pronto entrarán en la corriente del golfo. Al igual que los activos tóxicos, acabará por llegar a las costas de Europa.
Tanto Goldman Sachs como BP han mentido una y otra vez sobre los efectos negativos de sus actos. Goldman Sachs ayudó a disfrazar el monto de la deuda griega y en el fondo del mar de cifras de los mercados financieros yace oculta la amenaza de más activos tóxicos. Por su parte, British Petroleum ha buscado engañar a la opinión pública sobre el volumen de crudo que escapa sin control desde que explotó la plataforma Deepwater Horizon.
No tenemos ninguna falla en la administración de nuestras instalaciones, dijo antes de ayer en el Senado el gerente general de BP en Estados Unidos. Extraordinaria declaración: 11 trabajadores muertos en la explosión y el peor desastre ambiental en la sucia historia de la industria petrolera y ¿no hay nada malo con la administración? Cara dura.
Goldman Sachs ha recibido sumas astronómicas para reactivar sus actividades desde que comenzó la crisis. Y debe sorprender a nadie. Esta firma ha recibido el sobrenombre de Government Sachs por la cantidad de ejecutivos que han salido de sus oficinas para ocupar altos puestos en Washington (Robert Rubin, Henry Paulson, por mencionar los más notorios).
Lo que el sector financiero ha hecho con los recursos fiscales recibidos es algo que muy pocos conocen. Y aquí también hay otro punto de comparación con el manejo que hace British Petroleum de su imagen. BP ha informado al gobierno estadunidense que ha usado 400 mil galones (1.5 millones de litros) de un dispersante químico llamado Corexit, fabricado por la compañía Nalco, cuyo consejo de administración incluye a ejecutivos de Exxon y de British Petroleum. El secreto a voces en Houston es que Corexit es un dispersante que fabrica la industria petrolera para vendérsela a sí misma. BP ha anunciado que ya compró otros 850 mil galones (3.2 millones de litros) de Corexit.
Según la Agencia Federal de Protección del Medio Ambiente (EPA), el Corexit es uno de los dispersantes más tóxicos y menos eficientes para enfrentar derrames de crudo como el de las costas de Luisiana. La realidad es que mientras los dispersantes ayudan a mantener las capas de crudo lejos de las playas y humedales, tienen efectos a largo plazo sobre los ecosistemas y la fauna marina. Cuando se usó el Corexit en el derrame del Exxon Valdez, varios voluntarios sufrieron infecciones y problemas de salud. Pero todo eso es irrelevante: BP necesita evitar a toda costa que la capa de petróleo suba a la superficie y manche su imagen. “Beyond Petroleum’’ (Más allá del petróleo), se anunciaba hace poco la compañía.
British Petroleum anuncia todos los días que se han desplegado cientos de miles de metros de barreras protectoras, que hay 400 barcos en operación y miles de trabajadores. Pero la historia de los derrames de petróleo enseña que en el mejor de los casos sólo se ha podido recuperar el 10 por ciento del crudo. Y este desastre es único por tratarse de un pozo a gran profundidad, dos factores que cambian todo. El derrame puede durar semanas o meses.
Todos los días aparecen nuevos titulares sobre los avances de BP en el control del derrame, sólo para ser desmentidos al día siguiente en una noticia escondida en las páginas interiores de los diarios. Algo parecido ocurre con la crisis económica: estamos viviendo la crisis económica y financiera más fuerte en 70 años. Quizás estamos entrando en la fase más peligrosa de la crisis. Pero gobiernos y corporaciones afirman que ha comenzado la recuperación.
Los medios electrónicos gustan afirmar en su propaganda que una imagen vale más que mil palabras. En verdad, las imágenes mucho ocultan. En su contorno desfila el mundo aparente, pero las causas y las consecuencias están ausentes. En la apariencia está la mentira.