Sí, así como se lee y escucha. Con el mismo desprecio, prepotencia y racismo con el que quienes decían poseer “sangre azul” durante años explotaron y oprimieron a los indígenas, ahora el presidente Correa se refiere a ellos. ¡Indios roscas!
No es la primera ocasión que el Presidente deja traslucir su racismo. Meses atrás, cuando se desarrollaban el paro del magisterio y las movilizaciones convocadas por la Conaie dijo que los indígenas no tenían capacidad para comprender las cosas. Los terratenientes feudales acostumbraban decir que los indios eran brutos.
¿Uno más de los tantos insultos lanzados en contra de sindicalistas, maestros, dirigentes estudiantiles…? No. No es apenas un nuevo calificativo despectivo que se suma a usados en contra de quienes critican su gestión gubernamental. En él, como en otros, Correa muestra su concepción ideológica, su condición de clase, la comprensión que tiene respecto de la sociedad.
El racismo históricamente ha sido utilizado por las fuerzas más reaccionarias y atrasadas. Hitler pregonaba la “superioridad de la raza aria” sobre el resto de grupos étnicos, que debían ser puestos bajo su dominio y a su servicio; el racismo inspira las leyes anti migratorias como las recientemente aprobadas en Arizona (EEUU) o las vigentes en la Unión Europea que han provocado una reacción mundial de rechazo.
Como expresión de repudio al racismo nuestro pueblo aprobó una Constitución que reconoce el carácter plurinacional y pluricultural del Ecuador; pero, por la forma como Correa se refiere a los indígenas y por el contenido de muchas leyes que se debaten en la Asamblea y han sido promovidas por Correa y el movimiento PAIS, es notorio que no entiende el cabal significado de la plurinacionalidad. En Montecristi aceptaron tal precepto constitucional de manera formal y demagógica, como tantos aspectos que el pueblo los obligó reconocerlos convirtiéndose en conquistas democráticas que hacen de la actual constitución progresista y una de las más avanzadas.
Para el presidente Correa los indios, como la masa de obreros, de amas de casa, de jóvenes, comerciantes, etc. no merecen respeto. No son sujetos fundamentales, definitorios para los cambios sociales. Son apenas un contingente electoral, un cúmulo al que hay que llevarlo a sus cadenas sabatinas para que lo aplaudan, una muchedumbre a la que se la puede contentar con un bono, con un foco, con una canción mal cantada.
No es la primera ocasión que el Presidente deja traslucir su racismo. Meses atrás, cuando se desarrollaban el paro del magisterio y las movilizaciones convocadas por la Conaie dijo que los indígenas no tenían capacidad para comprender las cosas. Los terratenientes feudales acostumbraban decir que los indios eran brutos.
¿Uno más de los tantos insultos lanzados en contra de sindicalistas, maestros, dirigentes estudiantiles…? No. No es apenas un nuevo calificativo despectivo que se suma a usados en contra de quienes critican su gestión gubernamental. En él, como en otros, Correa muestra su concepción ideológica, su condición de clase, la comprensión que tiene respecto de la sociedad.
El racismo históricamente ha sido utilizado por las fuerzas más reaccionarias y atrasadas. Hitler pregonaba la “superioridad de la raza aria” sobre el resto de grupos étnicos, que debían ser puestos bajo su dominio y a su servicio; el racismo inspira las leyes anti migratorias como las recientemente aprobadas en Arizona (EEUU) o las vigentes en la Unión Europea que han provocado una reacción mundial de rechazo.
Como expresión de repudio al racismo nuestro pueblo aprobó una Constitución que reconoce el carácter plurinacional y pluricultural del Ecuador; pero, por la forma como Correa se refiere a los indígenas y por el contenido de muchas leyes que se debaten en la Asamblea y han sido promovidas por Correa y el movimiento PAIS, es notorio que no entiende el cabal significado de la plurinacionalidad. En Montecristi aceptaron tal precepto constitucional de manera formal y demagógica, como tantos aspectos que el pueblo los obligó reconocerlos convirtiéndose en conquistas democráticas que hacen de la actual constitución progresista y una de las más avanzadas.
Para el presidente Correa los indios, como la masa de obreros, de amas de casa, de jóvenes, comerciantes, etc. no merecen respeto. No son sujetos fundamentales, definitorios para los cambios sociales. Son apenas un contingente electoral, un cúmulo al que hay que llevarlo a sus cadenas sabatinas para que lo aplaudan, una muchedumbre a la que se la puede contentar con un bono, con un foco, con una canción mal cantada.